250 días duró mi paso por la Secretaría de Cultura del Municipio de Quito. 250 días, con sus respectivas noches. Una cifra marcada en mi calendario mental. Un poco más del 10 por ciento del tiempo que, se supone, debía permanecer en el cargo. Un plazo corto o largo, según se lo mire. Corto para hacer realidad los objetivos que me planteé cuando decidí dejar la gestión cultural privada para lanzarme a la aventura de aceptar un cargo público. Y largo al evaluarlo como una experiencia personal que me obligó a caminar a zancadas,  a empujar triplicando mis fuerzas, a dividirme por cien en cada paso, y a sumergirme en el océano que es una ciudad, aprendiendo a bucear en sus aguas a veces turbias, a veces cristalinas, casi siempre revueltas.
Llegué al cargo con la frecuencia cardíaca acelerada, la cabeza llena de ideas y respaldada por un equipo de lujo, dispuesto, como yo, a jugarse con todo.  Miguel Alvear, para mi, uno de los mejores artistas audiovisuales del país, irreverente y provocador, siempre en el filo de la navaja y en el riesgo, y  con quien mantengo una relación de trabajo y amistad por más de 15 años. Miguel fue el mentalizador y creador de los conceptos programáticos del VAQ y de varias celebraciones que se hicieron en la ciudad. Mayra Estévez Trujillo, académica y artista, la única mujer ecuatoriana que en su promoción fue aceptada para obtener un PHD en Estudios Culturales Latinoamericanos, ex Secretaria de Arte y Creatividad del Ministerio de Cultura -tan arriesgada como para proponer, desde ese cargo, la creación de Residencias Artísticas en la Antártida. Mayra fue la conceptualizadora de los Fondos Secu para la Creación y del Programa Portafolio de Festivales. Ana Fernández, artista plástica, profesional reconocida por su enorme creatividad y por su personaje Miranda Texidor, creadora e impulsadora de los TAQs (Talleres Abiertos Quito), asumió la dirección del Centro Cultural Metropolitano. Y María Fernanda Cartagena, quien por decisión del equipo, fue propuesta ante el Alcalde,  para asumir la dirección de la Fundación Museos de la Ciudad.
Un equipo sobresaliente, leal (bueno, todos menos una) y a prueba de balas, que arrimó el hombro y se activó en la labor que nos habíamos propuesto desde el principio: transformar a la Secretaría de Cultura de ente organizador de eventos hacia una verdadera institución rectora de la cultura en la ciudad. Nuestra llegada a la Secretaría despertó una enorme expectativa y levantó una ola mediática (algún día me sentaré en un diván para analizar qué rasgo mío o qué de mis acciones genera tanta polémica, siempre).
La Secretaría de eventos que encontramos
Al llegar en mayo del 2014, encontramos una Secretaría de Cultura desarticulada, sin capacidad de generar procesos claros, confusa, con procedimientos irregulares, sin un proyecto claro para la formulación y aplicación de políticas. Un ente desmantelado, que había permanecido así, en silencio cómplice por años, cuya fortaleza estaba en un equipo operativo, ducho en la gestión de desfiles, carnavales y todo tipo de fiestas y eventos, pero débil para pensar y definir políticas y concebir la gestión cultural desde una visión más amplia. Una Secretaría de técnicos operativos, pero sin suficiente soporte administrativo, sin un equipo capaz de generar procesos de investigación y reflexión.

Mamita Zoila – Representante del pueblo Afro

Al poco nos dimos cuenta de la importancia de establecer una cartografía cultural de la ciudad, y atar el concepto de culturas con el de territorio. Pusimos énfasis en visibilizar las expresiones culturales (no sólo artísticas, sino cotidianas) en las parroquias urbanas y rurales del Distrito Metropolitano, en un afán de superar la estrecha asociación de cultura únicamente con lo que ocurre en un teatro o en un museo del Centro Histórico.
Había que reconocer los procesos de pervivencia de las comunas ancestrales (hay cinco en Quito), fomentar las industrias culturales, fortalecer los espacios independientes, trabajar en la formación de audiencias y acceso a fondos de fomento (Fondo SECU, Portafolio de festivales y Caja de Sastre) coordinados por un comité técnico para evitar el “SECU finger”, como bautizó Miguel Alvear a las prácticas discrecionales. También sentamos las primeras bases para la creación de una ordenanza cultural, que regule la gestión del sector.
Queríamos -creímos que se podía- superar la eterna discusión sobre presupuestos y fondos que, sin dejar de ser importante, no debe ser la única en el ámbito cultural. Eso implica un cambio de mentalidad (casi una lobotomía), en todos los actores del sector, desde las autoridades hasta los gestores, grandes o pequeños. Pero allí nos topamos con un atavismo enquistado: concebir a un gobierno local de cultura como un cajero automático. Comprobamos que la única relación existente entre artistas y Estado se limitaba al acceso -o no acceso- a fondos públicos. Lo vivimos en carne propia: los artistas y gestores se alegran y te apoyan cuando obtienen fondos, pero se enojan y te critican cuando no. Muchos artistas y gestores han callado por esa conveniencia, situaciones irregulares que les tocó vivir, porque si hablaban podían verse perjudicadas sus contrataciones. Una muestra más de que este es un sector que aún debe madurar y aprender también a jugarse por una visión amplia de lo cultural en la ciudad, en efecto la noción de un sistema de cultura aún no se consolida en nuestro país.
No solo los teatros y los museos son cultura
En mayo 2014 encontramos una estructura municipal que asignaba el 50% de su presupuesto a dos fundaciones privadas: la Fundación Teatro Sucre y la Fundación Museos de la Ciudad, lo que ocasiona carencias profundas en otros sectores que también forman parte del tejido cultural y de la infraestructura municipal. Tal y como reza la resolución A010, y la  C028 (ambas del 2011), nos planteamos conseguir que el órgano rector en el campo cultural municipal fuera realmente la Secretaría de Cultura, y que dichas fundaciones (que además dependen casi exclusivamente de los fondos municipales para existir) estén sujetas a su control financiero, y a su supervisión y coordinación programática. Este fue uno de los nudos que no conseguimos desatar y uno de los conflictos insalvables, que derivó en nuestra renuncia irrevocable. La gestión cultural en Quito está, y aparentemente continuará, concebida en torno a la labor de estas dos entidades. En otros espacios, fuera del campo de visión de las autoridades, se desarrolla la rica dinámica cultural de las parroquias y las diversas, contradictorias, bullentes expresiones artísticas y culturales de todos los actores de la ciudad.

Encuentro de parroquias «Gualea 2014»

La huella del VAQ y el apoyo a los independientes 
El fortalecimiento de la Red de Espacios Independientes (proyecto de impronta personal que he venido desarrollando desde hace algunos años con la entrañable Juanita Guarderas) la creación de los Talleres Abiertos, y el Verano de las Artes (VAQ),  son tres de los legados valiosos que deja nuestro fugaz paso por los pasillos del sistema estatal. Los dos primeros constituyen un reconocimiento formal al esfuerzo que los gestores independientes han sostenido por años para mantener vivos sus escenarios y ocupadas sus butacas. A estos espacios les dimos algo así como una “escritura pública” mediante la cual el gobierno municipal reconoce su existencia y dinamiza su gestión, sus procesos creativos y su trabajo en red.
El Verano de las Artes fue más que una agenda diversa de eventos que puso a dialogar a las distintas y múltiples voces de la ciudad. Se convirtió en la vitrina más completa de circulación de productos culturales y dejó la experiencia de una forma distinta de programar, que involucró a todos los sectores, actores y barrios de Quito, activando la ciudad desde el arte, como lo hacen las grandes urbes en los veranos. Quito vivió uno de los veranos mas intensos de los últimos años.

Toom Pak, Museo Interactivo de Ciencias – VAQ 2014

Diablos de Leyenda, Plaza San Francisco – VAQ 2014

A los seis meses de gestión, nos enfrentamos a la organización de  algo que, sintomáticamente, la ciudad valora como termómetro de la gestión de la Secretaría de Cultura e inclusive del Municipio: las Fiestas de Quito. Conseguimos armar una agenda rica y diversa, que llenó las plazas, corredores culturales y espacios independientes. Esta agenda fue elaborada en una buena medida por los representantes de cultura de las administraciones zonales de Quito, siguiendo los cinco ejes temáticos planteados desde la SECU: tradición, celebración, resistencia, patrimonio y festejo. Fue un interesante antecedente de programación amplia y diversa que serviría de base para articular las programaciones futuras del VAQ y Fiestas de Quito de manera descentralizada y participativa.
Una programación con más de 290 eventos que la ciudad recibió con agrado y que tuvo el 60% de aceptación de acuerdo a las encuestas. Sin embargo, la preparación de esta agenda nos permitió también constatar que las aspiraciones a veces no superan situaciones manipuladas políticamente (caso “coches de madera” bastoneras, desfiles, por ejemplo), pedidos clientelares y la venida o no de un célebre bachatero. Esa también es la ciudad que habitamos.

Pregón – Plaza San Francisco

El plan de cultura que dejamos
Cuando llegamos pensamos en un plan para la ciudad de aquí a 20 años. Llevamos una propuesta clara, sin agendas ocultas ni cálculos políticos, y logramos fortalecer los cimientos de una nueva institucionalidad en la gestión cultural. Guardando las proporciones, tal como le ocurrió al país, que después de un periodo accidentado por el que pasaron siete presidentes logró estabilizarse y tomar un rumbo, ocurrió lo mismo con esta Secretaría. Esta niña de 5 años (antes fue dirección)  concebida siempre desde los tejes y manejes de la politiquería, desperdiciada, acostumbrada a todo tipo de malos hábitos, empezó a encaminarse, a estabilizarse en una gestión que, de haberse podido completar, hubiera dado muchos frutos.
Trabajamos por la construcción de un verdadero gobierno local de cultura, con la convicción de que ésta es una herramienta clave para cambiar los paradigmas de una ciudad.  Impulsamos una ciudadanía propositiva, creativa, vinculando la gestión cultural con la de educación, salud, inclusión y la economía.Ubicamos importantes aportes en la Agenda 21 de Cultura, construida  por la UCLG (La Red Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales y Regionales) que promueve la discusión de Cultura como cuarto pilar del desarrollo entre ciudades líderes del mundo, como Medellín, Bilbao, Montreal, México, Bogotá. Quito expuso su agenda en octubre del 2014 y quedó sentada la misma en un resumen que se tradujera a tres idiomas para su mayor difusión en el mundo.
Pero no tardamos en darnos cuenta de que remamos contra corriente. Como lo dijo Jose Miguel, periodista de Gkillcity hace poco: “Siete meses duró el intento de una Secretaría de Cultura que pretendía volverse un ente que animara la cultura popular en detrimento de la cultura populista, más dada a la captación de votos que a otra cosa”.
Mi gestión llegó a 250 días con sus noches. Medidos de otra forma: casi ocho meses y medio. Ochoymedio meses. Prácticamente el tiempo que dura un embarazo. Un proceso de gestación del que nació otro ser dentro de mí. Un tiempo que me enseñó que aún en el ambiente turbio de la política hay gente que también puede moverse  sin cálculos, sin agendas, con verdadera vocación de servicio. Una tarea pendiente para nuevo secretario, y otros líderes en puestos de decisión política, es revisar los engorrosos trámites, la lentitud de los procesos, las decenas de informes, fotos, sumillas y foliados que requieren los procesos contractuales en Cultura.
Al costo de dejar abandonada a Luca, mi perra akita –que envejeció como un siglo en mi ausencia- y a mi familia, logramos armar un sólido plan de cultura. Ahora que Quito no lo va a ejecutar, habrá que pensar qué Municipio está preparado para jugarse por él. Si fuera una ranchera sonaría algo así como “yo vendo un plan de cultura, ¿quién me lo quiere comprar?” Vamos a proponérselo a un municipio pequeño que pueda dar cabida a este plan innovador.
Nuestro paso por la Secretaría también nos llenó la cabeza de pájaros. Somos gente de cine y cuando las cartas vienen mal dadas, se forjan las ideas. Lo que ocurría en el intenso día a día de drama, comedia, suspenso, romance y traición, podría ser la trama de una película posible que ahora ronda en nuestras cabezas.
A veces retirarse no es perder. Quedarnos sin tener la viabilidad de concretar los cambios propuestos, hubiese significado resignarnos a ser burócratas grises, hundidos en la calma chicha del agua de un estanque, calentando el puesto. Yo prefiero el mar en movimiento, los retos, los sacudones, las olas, y respirar con toda la fuerza de mis pulmones. Esa misma pasión la llevo conmigo ahora que vuelvo a mi trabajo de siempre. Solo necesito un tiempo para aclarar las ideas, para ver con cuidado el capital creativo y la experiencia con la que contamos ahora.
Me gusta la idea de volver a mi barrio. Ser la Secretaria de Cultura de la Floresta  es lo que me propongo. Construir con la participación de los vecinos, artistas, líderes, un gobierno cultural barrial, que empiece a verse como una ciudad pequeña, donde la Cultura inunde sus espacios y motive su crecimiento.  Sé que en ese espacio, el mío, el de siempre, nadie me pedirá “bajar el ritmo”, negociar, ceder, calcular, resignarme, y mucho menos, que me calle.

Mariana Andrade y Juana Guarderas

Miguel, Mayra, Ana y yo nos vamos con el corazón un poquito arrugado, con las ganas y respiración contenidas, pues teníamos la oportunidad histórica de cambiar la Secretaría de Cultura. Sin embargo dimos los primeros pasos. Después de años de ostracismo, dejamos una semilla pequeñita, provocamos un revuelo inicial tanto en acciones como en reflexión (hasta en los mismos funcionarios de la Secretaria) que no podrán ser ignorados y que generarán debate y demandarán cambios, si es que el silencio, la comodidad, el miedo, el oportunismo no nos ganan.

Solo fueron 250 dias…para cumplir lo que queríamos, necesitábamos al menos 20 años.

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