Por José María Avilés
El comentado filme de Christopher Nolan, Inception.
Las razones sobran para que el cine haya sido bautizado como la industria de los sueños. Inception de Christopher Nolan lo comprueba. Las paradojas que envuelven al cine no están exentas de esta denominación. El cine “ni un arte, ni una técnica: un misterio” dijo Godard. ¿Cómo hacer de los sueños una industria? Christopher Nolan lo hace a la perfección. ¿Pero a costo de qué? Habrá que subordinar la violencia radical del sueño a la hipernarratividad de la industria dominante. Por ejemplo, si tenemos en cuenta la obra de Buñuel, fue cuando estuvo más cerca del surrealismo, más cerca de los sueños, de su violencia subversiva, de su disnarrativad, también estuvo más lejos de la industria (Un perro andaluz, 1929 – El fantasma de la libertad, 1974). La lógica particular del sueño de Buñuel era una amenaza para la industria y el cine como aventura onírica quedaba relegado a los márgenes. Para conciliar el sueño y la industria y llevar adelante la paradoja de una industria de los sueños, fue necesario subordinar los sueños a las exigencias de la industria.
En Inception el sueño queda sometido a la lógica del verosímil, pasa a ser un mero pretexto para prolongar la narración y la acción en niveles cada vez más intensos. El espacio-tiempo de este sueño se despliega de la misma manera que la realidad, un tiempo cronológico milimétricamente calculado y un espacio funcional de coordenadas lógicas. El sueño ha sido domesticado. Un equipo encabezado por Mr. Cobb (Leonardo Di Caprio), se especializa en jaquear sueños. Saito (Ken Watanabe), empresario japonés, decide contratar al equipo para debilitar el poderío de una empresa rival, para lo que habrá que convencer al heredero de la empresa, Robert Fischer (Cilliam Murphy), de que su padre está decepcionado de sus intentos de parecerse a él. Para generar esta idea “parricida” en la mente de Robert Fischer, el equipo deberá introducirse profundamente en sus sueños, sueños dentro de sueños, dentro de sueños, para poder alcanzar los secretos del subconsciente. Sin embargo esta aventura sicológica no esta exenta de riesgos, a medida que los intrusos se aproximan a la médula del problema las defensas de la victima se activan, y atacan con ejércitos enteros.
La trama de Inception surge del encuentro de los manuales de divulgación psicoanalítica y las estructuras más férreas de las exigencias de la industria. Sin embargo no se trata de una película más de Hollywood. Entre los aciertos que hacen de esta película memorable, que ha dado y dará mucho de qué hablar, podemos contar el magnífico trabajo de la acción y la combinación de los grandes géneros del cine: la ciencia ficción, el melodrama, el noir, dos horas y media de persecuciones, tiros, suspenso y romance, que pasan en un parpadeo. También cabe mencionar la capacidad de Christopher Nolan de situar los conflictos en determinados contextos geopolíticos, que tanto en Inception como en The Dark Knight, han despertado las más variadas alegorías. Probablemente los mejores momentos de la película son aquellos en los que la acción se detiene y el conflicto gira en torno a la veracidad de la realidad, “estás muy seguro de tu mundo, de lo que es real” le dice Mal (Marion Cotillard) a Mr. Cobb, intentando convencerlo de la precariedad de su mundo e invitándolo a vivir junto a ella en otro mundo/sueño posible. Es en esos momentos en los que el propio centro de referencia, la realidad, se vuelve inestable.

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