Por Fernando Escobar Páez
En el cine, un ciempiés con 3 pares de patas asusta más que uno con 500.
Una de las franquicias más rentables de la historia del cine independiente, objeto de culto que pese a su concepto aberrante ha conseguido infiltrarse dentro del mainstream de la cultura popular, con apariciones en series de dibujos animados y parodias porno incluidas, “El Ciempiés Humano”, acaba de estrenar su tercera parte hace poco más de un mes.
El objetivo de esta columna no es realizar una sinopsis de esta franquicia –si buscan eso, diríjanse a Wikipedia y no pierdan el tiempo aquí-, pero Conviene situarse dentro de la génesis de El Ciempiés de Tom Six. Este joven director holandés empezó su trayectoria como director de la mayor fábrica de telebasura y de seudo celebridades a escala global: el reality show “El Gran Hermano”. Ergo, no sorprende que el exhibicionismo descarnado y las conductas antisociales sean motor de la filmografía de Six. En dicha factoría de miserias humanas, Tom aprendió que los seres humanos se comportan de forma aberrante cuando por un momento olvidan que están siendo observados. También pudo constatar la crueldad que desarrollan ciertos personajes cuando se les concede el poder necesario para humillar al prójimo. Este es el leivtmotiv oculto de la trilogía del ciempiés, más allá de evidentes referencias a los experimentos “científicos” realizados en los campos de concentración nazi, del culto a los asesinos psicóticos y al acoso a las estrellas cinematográficos tan presentes en la cultura occidental, y de la fuerte crítica al sistema penitenciario estadounidense que intenta desarrollar –sin mayor éxito- en la tercera entrega de esta franquicia.
Para expresar toda esta gama de patologías de la vida moderna, Six recurre a una imagen delirante pero efectista: unir a la gente –de forma literal- mediante suturas de ano a boca, y así crear una cadena grotesca de seres capaces de alimentarse a través de la deposición de sujeto que lo precede en este “trencito” anal-bucal. A lo largo de la trilogía vemos pocas escenas del proceso quirúrgico necesario para crear esta desopilante “mascota”, pues esto se expresa con mayor potencia en los diálogos y a través de pizarras, donde los sociópatas explican el tortuoso procedimiento de unión a sus horrorizadas víctimas.
Esta es -a breves rasgos y sin detallar el procedimiento quirúrgico, que no es tan descabellado como parece y podría ser realizado si se usa a unos pocos sujetos saludables como partes del ciempiés- la imagen central que se arrastra a lo largo de la trilogía, la cual por exceso en esta tercera parte ha perdido su poder perturbador, convirtiéndose en una triste parodia del verdadero gore que sí aparece en “First Sequence” (2009) y en “Full Sequence” (2011), esta última un espléndido ejercicio de metacine al empezar la película desde la propia primera parte de la película, sin necesidad de recurrir a la linealidad.
Ni los fanáticos más acérrimos del bizarro y escatológico gore hemos podido defender a “The Human Centipede: The Final Sequence” (2015), pues pese a ser la cinta de la trilogía con mayor peso político y presupuesto, no ha podido acercarse siquiera a la maestría enfermiza de las primeras películas, cuyo espíritu y filmación casi amateur les otorgaba una frescura e irreverencia que se ha perdido en esta superproducción cuasi hollywoodense.
Cantidad no siempre equivale a calidad. Lo que con tres y hasta con doce víctimas funcionaba a la perfección, con medio millar se convierte en un organismo obeso que más que repulsión –la aspiración principal del director Tom Six es perturbar al espectador- genera una sonrisa decepcionante. Los aires de comedia negra que intenta darse “The Final Sequence” están más cerca de la burda comedia juvenil estadounidense que de lo macabro. No en vano se contrató a la famosa actriz porno Bree Olson, rubia experta en sexo anal y ex pareja del famoso Charlie Sheen, para atraer a lúbricos adolescentes yanquis. Sorprendentemente su actuación supera con creces a las de Dieter Laser –quien fungió de doctor psicótico con pasado nazi en la primera entrega- y a la de Laurence R. Harvey –el atormentado y sádico retardado mental de la segunda parte-, quienes deslucen en sus nuevos y acartonados personajes –sheriff y asistente de una prisión estadounidense demasiado parecida a la base militar de Guantánamo- no por falta de méritos actorales, sino debido a la pobreza del guion.
Si bien se suponía que este es el final de la franquicia, Six recientemente ha declarado que está proyectando una cuarta secuencia, la cual partiría de la premisa de una ONG que decide luchar contra el hambre de los niños africanos utilizando las peculiares técnicas de alimentación ano-boca antes descritas… resta por ver si este proyecto –infinitamente más políticamente incorrecto que los hasta ahora realizados- llega a concretarse ante las duras críticas recibidas por “The Final Sequence”.

 

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