Por Gabriela Alemán de El Fakir Editores a principios del 2017 pidió a Jaime García Calderón que escribiera una crónica para un libro que prepara la editorial sobre grandes emprendimientos del pasado. Jaime, junto a Ivonne Quevedo, escribieron esta magnífica crónica de cómo se llegó a filmar “Nuestro Juramento”. Jaime García Calderón, el productor de la película, falleció en octubre de este año en Buenos Aires.
Nuestro juramento
Para quienes no conozcan el contenido de la película Nuestro Juramento o no la hayan visto, su argumento está bien sintetizado en esta reseña del Diario El Universo publicada en el año 2012 sobre el tributo que se realizó al inmortal Julio Jaramillo, 34 años después de su partida: “Nuestro Juramento, estrenada en 1980, y cuyo eje es la vida del cantante, presentada en forma episódica, teniendo como fondo su niñez, juventud, sus primeros amores, la apoteosis en su carrera y su dramático final.”[1] Sin lugar a dudas, se sigue y seguirá recordando a Julio, se seguirán haciendo reseñas escritas y fílmicas, se lo escuchará en muchos lugares porque es, a mi modo de ver, una música bonita, y además, el espléndido timbre de voz de Julio y las letras de las canciones que interpretó llegaron y seguirán llegando al pueblo. Como dice Miguel Donoso Pareja, escritor ecuatoriano y autor del argumento de esta película,…“lo que cantaba Jaramillo era ‘cholo’, ‘guacharnaco’, ‘llorón’ y de ‘cantina’. “
Dónde y cuando surge la idea de hacer la película
La idea de hacer una película sobre la vida del cantante ecuatoriano Julio Jaramillo fue de Miguel Donoso Pareja a mediados de la década del 70. Miguel hace una interpretación, en su libro A río revuelto, de lo que fue el boom JJ: …” a mediados de la década de los 50, con la grabación de Nuestro Juramento, se inició –coincidiendo con la arrolladora irrupción de Elvis Presley en América Latina y el Mundo, pero con receptores diametralmente opuestos- el boom artístico de Julio Jaramillo. Así, mientras JJ captó la adoración de los sectores populares, Presley fue adorado por la clase alta, en una época en que los estratos medios- de formación tardía en el Ecuador- eran mínimos, tan débiles que se podría decir que no existían”. [2]
Donoso Pareja, con otros intelectuales panameños, iban a conversar con el Presidente Torrijos de Panamá, fanático de Julio, para que él auspiciara la producción de la película pero no llegaron a hacerlo porque aparecí yo en escena para desempeñar el rol de productor, un sueño que anhelé desde muchos años antes cuando empecé desde muy joven a ser un cinéfilo.
A finales de los 70, yo regresaba con mis dos hijos de un viaje alrededor del mundo y una de mis últimas paradas, antes de llegar a Quito-Ecuador, fue en México D.F. donde, al visitar a mi querido amigo Miguel Donoso Pareja que vivía ahí, me enteré de la idea que tenía Miguel con los panameños; cuando conversamos me entregó un argumento de no más de una página y, como yo quería ser productor de cine, le dije que sí y me ofrecí para conseguir el dinero y hacer la película sin tener que recurrir al financiamiento pretendido de Panamá.
Para hacer la película formé en Quito la empresa PRODUCCIONES GARCIA 2, y Miguel Donoso fue el gerente de la empresa.
Yo tuve dos etapas de vida en México D.F., la primera en la década del 60 como estudiante de Ciencias Políticas en la UNAM durante 6 años y la segunda, cuando me fui a vivir allá durante seis meses para dedicarme a la producción de la película. Mi principal influencia cinematográfica desde adolescente, como espectador, fue la del cine norteamericano y europeo. El cine latinoamericano no era mi fuerte pero la elección de trabajar en México fue principalmente para aprovechar todo el desarrollo técnico cinematográfico de ese país en aquella época. Además, hablar el mismo idioma facilitaba nuestro trabajo.
Miguel Donoso Pareja fue mi “hermano” desde cuando estuvimos internos en el colegio La Salle de Quito- Ecuador. Siempre vimos la realidad del mundo de la misma manera. Cuando se convirtió en un escritor de renombre lo consideré siempre sincero y honesto. Confié en él ciegamente y quise ser parte de su proyecto cinematográfico sin ningún temor a equivocarme. Miguel fue un exiliado político en México, salió del Ecuador tras haber estado en la cárcel en la época de la dictadura militar de los años 60 y de la cárcel lo llevaron directamente al aeropuerto para embarcarlo en un avión. Fueron 18 años de exilio, tiempo de producción artística en México, su segunda patria.
Nunca participé en la producción de una película pero una de las principales motivaciones para iniciar la aventura de ser productor fue el querer cambiar el oficio de empresario gastronómico que venía desempeñando por 25 años por otro oficio que me hiciera soñar. Ya soñaba en aquella época con ser un Win Wenders para hacer una película tan maravillosa como “Alicia en las ciudades”, obra que hasta el día de hoy me sigue emocionando hasta las lágrimas.
La búsqueda del capital necesario para producir la película se la hizo en Ecuador. Estaba dispuesto a hipotecar hasta mis bienes personales para conseguir el dinero. No quería lucrar ni hacerme millonario, quería en principio solo recuperar la inversión para seguir invirtiendo en otras posibles producciones y alcanzar siempre mejores y mayores niveles de calidad artística.
A mediados de los 70 yo tenía 40 años, era un hombre que había recorrido el mundo y me encontraba buscando muchas respuestas a mis inquietudes personales y artísticas. No solo el mundo del cine me tenía atrapado sino también las artes plásticas. En Ecuador, en aquella época, no había una industria cinematográfica, no se invertía en cine, se contaban con los dedos las producciones nacionales para televisión y lo que se exhibía en los cines eran producciones extranjeras. Puedo mencionar a Cesar Carmigniani, entre los personajes más destacados que ocupaba un lugar importante en la producción nacional televisiva.
Pese a esta situación descrita del cine ecuatoriano, mi primera idea fue hacer una producción netamente ecuatoriana, con actores y técnicos ecuatorianos. Inclusive entré en contacto con un director de fotografía ecuatoriano joven que hizo sus estudios cinematográficos en la Unión Soviética. Le conté personalmente en mi casa sobre este proyecto pero al parecer no tuvo interés en hacerlo porque no se volvió a contactar conmigo. Un día nos volvimos a encontrar y conversamos sobre la película que ya se estaba exhibiendo, es decir, más o menos un año después de nuestro primer encuentro, y me dijo que era la segunda vez que perdía la oportunidad de participar en un proyecto cinematográfico importante.
Luego de mi “infantilismo nacionalista” con respecto a querer hacer una producción netamente ecuatoriana, llegamos con Miguel Donoso a la conclusión de que debíamos hacerlo en México, aprovechando la gran experiencia de ese país en materia de producción cinematográfica.
Yo pensé en recuperar el dinero invertido, que fueron en ese tiempo más o menos US $ 300.000 para seguir produciendo. Le tuve fe al proyecto y pensé que se podía recuperar el dinero porque JJ era conocido en México, Venezuela, Colombia, Uruguay, etc., y que podía venderse la película en Latinoamérica y hasta en Norte América. No sabía que la exhibición era un sistema de gangsters. En la etapa de comercialización aprendí que los exhibidores no cumplían con los tratos y acuerdos.
El capital que se destinó para producir la película se consiguió mediante un préstamo hipotecario: el éxito alcanzado en la empresa gastronómica me hizo sujeto de crédito y me permitió tomar el riesgo. A la larga, ese crédito fue pagado en su totalidad pero de ese capital sólo se recuperó con la venta de la película aproximadamente un 2%, es decir, la pérdida económica fue total.
Primeros pasos técnicos (pre-producción)
El capital para producir fue entregado por el banco prestamista tres meses más tarde de la fecha de concesión del préstamo. Viajé a México para iniciar la coordinación de producción con fondos personales (Mi madre siempre me lo dijo: “donde tu metes la cabeza quieres sacar el cuerpo”) y mientras el dinero de producción llegaba a mis manos, fuimos avanzando con Miguel Donoso Pareja y concretando algunos detalles.
Lo primero que hicimos fue pensar y buscar a un guionista y a un director y quisimos que fueran ecuatorianos. Por lo tanto, nos pusimos en contacto con Sergio Román Armendáriz. Este ecuatoriano se graduó de director y guionista en México y después se fue a vivir a Costa Rica, país al que viajamos para proponerle que hiciera el guión de la película y que la dirigiera. El guión lo hizo rápido y cobró 3.000 dólares. Nuestra condición fue que procurara conformar un equipo técnico con personal ecuatoriano y que el elenco estuviera conformado en su mayoría, por actores ecuatorianos. Pero esa idea cambió mientras él escribía el guión y pensamos en cambiar el rumbo de esa propuesta de acuerdo a cómo se fueran dando los necesidades técnicas y actorales.
Terminado el guión y entregado el libro con el respectivo pago acordado, Román Armendáriz rechazó la propuesta inicial de dirigir la película y entonces Miguel buscó a su amigo Alfredo Gurrola, director de cine mexicano, quién aceptó de muy buen modo y sin cobrar demasiado.
Un amigo de Miguel nos recomendó a Javier Ortiz Tirado, un muchacho mexicano recién graduado de la Escuela de Cine de la UNAM y que fungió como productor ejecutivo. Lo contratamos y con él empezamos a hacer el casting.  Buscamos en México D.F. a alguien que tuviera un parecido físico con el cantante Julio Jaramillo y experiencia en actuación en cine o televisión pero no necesariamente experiencia en canto porque estaba previsto el uso de pistas originales de la empresa discográfica ecuatoriana Feraud Guzmán que en aquella época lideraba el mercado ecuatoriano. El empresario discográfico ofreció de manera gratuita las pistas a cambio de un porcentaje de las ganancias que se generaran cuando se exhibiera la película. A Feraud Guzmán le convenía porque cuando se estrenó la película el sacó a la venta un disco con las canciones que se utilizaron en la cinta.
Martín Cortez, actor mexicano con experiencia actoral en televisión fue el elegido de manera inmediata cuando lo vimos con Miguel Donoso y con Javier Ortiz. Se parecía a Julio Jaramillo, Martín Cortez era un naco mexicano y Julio Jaramillo era un cholo ecuatoriano. Las palabras son distintas pero el concepto es el mismo.
En el casting del resto del elenco yo no tuve participación, excepto que sugerimos con Miguel al actor ecuatoriano Jorge Vinicio Fegan para que hiciera el papel del manager del cantante. Todos los demás personajes fueron interpretados por actores mexicanos. La elección de Fegan para que hiciera ese papel fue motivada en cierta manera, por el apoyo que quisimos brindarle a un actor ecuatoriano de mediana edad que en Ecuador trabajó con actores de renombre como Ernesto Albán, y que estaba buscando en aquella época abrirse campo como actor en otros territorios.
La fotografía la hizo Pedro Torres Castilla, fotógrafo de publicidad para la burguesía mexicana, que aceptó porque era la primera vez que iba a trabajar en cine. Se hizo muy amigo mío a través del cannabis…. Era un gran fotógrafo y trataba de que la calidad fotográfica de la película fuera excelente.
La película fue rodada en el Estudio América en México D.F. y también en exteriores en el mismo Distrito Federal.
El rodaje
El rodaje se inició en Guayaquil, cinco días de filmación en el sector de Las Peñas principalmente, también en el Malecón y otros puntos de la ciudad que fueron filmados desde un edificio alto. Viajó a Guayaquil un grupo reducido del equipo de filmación, el actor principal y la actriz Alicia Encina que hizo el papel del principal amor que tuvo en la vida real Julio Jaramillo. En esa época yo estaba en Guayaquil y como productor de la película fui el anfitrión del equipo. Se organizó una rueda de prensa y los medios de comunicación de aquella época le dieron mucha importancia al proyecto.
El día del viaje de regreso a México, una multitud estuvo en la terraza del aeropuerto de Guayaquil para ver al actor que hacía el rol de J.J., hubo mucha gente despidiendo al equipo y aprovechamos ese momento para filmar esa escena espontánea que después la utilizamos en la película en el momento del montaje, pero no como una despedida sino como una bienvenida al personaje Julio Jaramillo.
Después de la primera semana en Guayaquil se desarrolló inmediatamente la etapa de filmación en México en los Estudios América. Yo fui al rodaje de la película todos los días. Fueron 8 semanas de rodaje. Como yo no sabía nada de la producción cinematográfica, sólo veía sentado en mi “silla de productor” a todos los técnicos y actores.
Solo una vez intervine en una escena que no me gustó pero pasado el tiempo me arrepentí de haberlo hecho. La actriz que hacía el papel de la amante de un capitán (interpretado por el gran actor mexicano Narciso Busquet) estaba embarrada de crema al salir al balcón y yo pensé más en una realidad absurda y no en una realidad cinematográfica. La escena consistía en una serenata que el capitán le había pedido a J.J. y a las tres de la mañana salía la amante del capitán toda embarrada de crema, pero era demasiado para mí en ese tiempo, incoherente que alguien salga a la ventana de esa manera, no vi el lado cómico de la escena que pretendía el director. De todos modos Alfredo Gurrola satisfizo mi inquietud sin discutir conmigo y pidió a maquillaje que le quitaran la crema de la cara a la actriz. Si él hubiese discutido mi propuesta yo habría aceptado su punto de vista.
En el Estudio América había un restaurante no muy grande ni con mucho lujo donde comían, por lo general, actrices, directores y productores; el personal técnico comía en un restaurante de otro nivel de calidad, llamémoslo “fonda” para distinguirlo como el lugar donde se comía más rico fuera del estudio, a una cuadra de distancia. La comida tenía una sazón muy especial que venía de la tierra y un ají de “poca madre” que no se encuentra en muchos lados. Yo comía en los dos lugares porque más me gustaba la comida de la fonda.
Terminado el rodaje, recuerdo que fuimos con Miguel Donoso, Alfredo Gurrola el director y el jefe de producción, Ortiz Tirado, a comer a La Tablita, en la calle Insurgentes, para festejar el fin del rodaje de la película. La actuación del actor mexicano que hizo el papel de Julio Jaramillo nos dejó satisfechos. Estuvimos felices porque consideramos que el rodaje había salido bien y entrábamos finalmente a la etapa de la postproducción.
Asistir al rodaje como observador fue un trabajo porque aprendí cómo se filmaba una película, aunque en ciertos momentos se tornó aburrido, sobre todo cuando se tuvo que repetir la filmación de algunas escenas.
Se cumplió el plan de rodaje y no hubo ningún inconveniente, fue algo ideal para ser mi primera experiencia como productor, porque se respetaron los tiempos y alcanzó la plata para todo. En términos generales sabíamos que la película podía costar US$ 300.000, e incluso se organizó una fiesta de fin de rodaje para todo el personal, asistieron 150 personas y se la hizo en el mismo Estudio.
Siendo un primerizo como productor yo solo quería saber cómo se rodaba una película para las próximas películas que yo quería hacer. Solo era un espectador, yo me mantenía en silencio y observaba. Recuerdo haberme quedado satisfecho con el resultado de esta etapa.
La postproducción
El proceso de postproducción se realizó también en el Estudio América y duró aproximadamente 3 semanas. Todos los rollos de la película que se utilizaron en la filmación fueron revelados en el mismo estudio y no hubo problemas que modificaran el presupuesto previsto para esta etapa del trabajo, lo cual quiere decir que se obtuvo un buen material para pasar a la etapa de postproducción.
Con el director Alfredo Gurrola fuimos a ver el montaje de la película. Alfredo fue solo tres días pero yo fui tres semanas para ver cómo trabajaban. Nunca antes había estado en un espacio de postproducción de una película. Era un cuarto no muy grande donde había dos máquinas medianas y los operadores cortaban el negativo y lo pegaban de acuerdo al criterio de edición establecido por el director. Miguel Donoso Pareja también participó en esta etapa y cuando la película estuvo lista él se encargó de enviarme una copia a Ecuador.
Todo me dejó satisfecho, pensé que había puesto mi dinero en algo decente, esto quiere decir que no hubo golpes bajos, donde tu presentas algo respetable para el público que amó a Julio, respetable para Julio que fue un gran cantante popular y respetable para nosotros que no estábamos dispuestos a hacer algo que nos avergonzara.
“Nuestro Juramento” me llegó en cinco latas de película que vi en Quito con unos amigos y amigas en la sala privada de cine que tenía Javier Espinoza, administrador en aquellos años del Cine Alhambra. Después realizamos otra presentación de la película en el Teatro Bolívar y posteriormente firmé un contrato con los Administradores de ese teatro para la difusión comercial de la misma.
Difusión y comercialización
No se organizó un día de estreno de la película, directamente se empezó a exhibirla públicamente. La película se proyectó en Quito y Guayaquil. Después también en festivales de cine de aquella época como por ejemplo, el de Cartagena, Moscú y Cuba.
Los comentarios del público y de la prensa en Cartagena fueron favorables y quedaron registrados de la siguiente manera: “En la opinión del público, María de mi corazón y Nuestro Juramento son las favoritas para ganar la India Catalina” (El Espectador, Bogotá, 10-VI-1981) ; “Nuestro Juramento es una bella muestra de un original y nostálgico cine que, dirigido por Alfredo Gurrola, envió el Ecuador” (El Tiempo, Bogotá, 10-VI-1981) ; “Es muy placentero tener, por primera vez, una película ecuatoriana en el Festival de Cartagena. Y que la actual cinematografía empiece a despejarse, rescatando sus propios valores, del alienado experimentalismo de sus inicios” ( Revista Colombiana de Cine, Bogotá V/VI de 1981).
El dinero que invertí en la película no lo recuperé, en realidad fue una pérdida casi total, apenas llegaron a mis manos aproximadamente el 5%.
No pasó mucho tiempo desde el estreno de “Nuestro Juramento”, para que Miguel y yo comprendiéramos que este asunto de la exhibición de la película era una cuestión de gangsters y cometimos el error de meternos con otros gangsters para ver si la cosa se nivelaba. Digo gangsters a las personas que firmaron conmigo un contrato de exhibición en una sala de cine de Quito y otras ciudades y me dieron un porcentaje mínimo y paupérrimo de la recaudación total. La exhibición de la película generó ganancias, estoy seguro de eso, pero los administradores de las salas supieron sacar toda la ventaja posible.
Pero para hacerle frente a esos que llamo gangsters de aquella época de los años 80, hacía falta el manejo de alguien más ducho en el tema, un Jaime García Calderón y un Miguel Donoso Pareja, personas honestas y decentes, aventureros para el bien, y amantes del arte, no pudieron evitar el descalabro total al que nos llevó la estafa de los exhibidores. Creímos que estábamos tratando también con gesta honesta y no fue así.
Los otros gangsters que mencioné y que supuestamente nos iban a ayudar a recuperar algo de dinero, lo que hicieron fue representarnos ante los primeros gangsters y hacer tratos por debajo de la mesa para sacar ganancias a nivel personal y no en beneficio de la productora. Otro dolor de cabeza, otra desilusión y lo peor del caso es que uno de estos personajes era parte de mi familia política y otro un amigo de mi juventud.
Miguel Donoso, como gerente de la Productora que habíamos formado para hacer la película, también se dio por vencido en el intento de cobrar las ganancias por la exhibición.
Pese a haber perdido dinero, la película me hizo feliz porque por lo menos traté de ser un productor de cine. Si con esa plata yo me compraba otros bienes me hubiese sentido un mediocre a nivel personal. En mi cabeza siempre se movía en forma tremenda el hecho de la trascendencia porque era la única manera que yo veía de ganarle a la muerte, y vivir un poco más, quizás no como Sócrates pero por lo menos pasaría a la historia del cine ecuatoriano. Y lo logré.
Me atrevo a afirmar a manera de conclusión final que mi falta de experiencia en la actividad cinematográfica fue la causante de la pérdida del dinero que invertí en el proyecto. Hubiese vuelto a invertir dinero en otra hazaña cinematográfica pero, hablando mal y pronto, me quedé limpio, mis sueños de seguir haciendo cine se truncaron.
[1] http://www.eluniverso.com/2012/02/13/1/1380/hoy-exhibe-nuestro-juramento.html
[2] Donoso Pareja, Miguel , A río revuelto, página 325

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