Ana Cristina Franco Varea sobre Erika Lust y el porno para mujeres:
La objeción que se le ha hecho al “porno para mujeres” es la misma que se le ha hecho a todas las cosas hechas “para mujeres”. Los hombres, y algunas mujeres también, se quejan de la imposición de esta “etiqueta”. No les gusta hablar de literatura para mujeres, de pintura para mujeres, de porno para mujeres. El arte (ni nada), dicen, debería tener etiquetas ni género. Pero no es tan fácil cuando lo que supuestamente no tiene género siempre ha tenido un género invisible, y sí, ese género es el masculino. “ Lo que llamamos Historia Oficial es en realidad Historia patriarcal”, dice Erika Lust.
La sueca Erika Lust (1977) es directora, guionista y productora de cine independiente. Su especialidad es la pornografía dirigida a las mujeres, es una de las mayores precursoras en el movimiento de pornografía feminista. Ha dirigido varias películas, entre ellas, Barcelona sex Project (2008), Life love Lust (2010) Cabaret Desire (2012) además de su famosa serie de cortometrajes Confessions que van desde el 2007 hasta el 2016. También ha escrito la novela erótica La Biblia erótica de Europa (2010) La canción de Nora (2013) y Porno para mujeres (2008) entre otros libros.
Para empezar, es importante aclarar que el porno para hombres tampoco les gusta a todos los hombres y también les gusta a algunas mujeres, es decir, que el deseo sexual es una imposición social que afecta a ambos géneros. Aquello que nos excita está atravesado irremediablemente por la cultura. Y esa cultura es una cultura patriarcal. Una cultura en la que los imaginarios alrededor del sexo se han construido a través del deseo masculino, o mejor dicho, de un supuesto deseo masculino, impuesto también por una sociedad capitalista y machista. Nos dicen como amar, nos dicen cómo desear, nos dicen cómo debemos tener sexo. Nos dicen cómo debería comportarse una mujer y un hombre en la cama. Nos lo dicen a través de clichés. Uno de esos clichés impuestos por el imaginario de la pornografía oficial es el de el hombre viejo y millonario que tiene sexo con varias mujeres jóvenes esbeltas. A los hombres no se les exige el cuerpo, pero se les exige “tener dinero”, una vez que tienen dinero son dignos de acostarse con las mujeres de tetas más grandes y más delgadas ( porque a las mujeres sí se les exige tener un cuerpo “perfecto”, claro). Este cliché masculino recae de nuevo sobre la mujer, que al acostarse con el viejo, se convierte en una aprovechada, una puta. Lust cita los clichés en el porno para hombres: “las mujeres siempre se corren al mismo tiempo que los hombres”, “una mamada siempre sirve para anular una multa de tráfico” “todas las mujeres gritan como locas cuando follan” , “todas las mujeres tienen tetas grandes y preciosas, y los hombres pollas preciosas y grandes también” “los hombres con pollas pequeñas tampoco existen” La pornografía oficial crea hace caricaturas vulgares de que afectan a la sexualidad y al erotismo de los seres humanos reales. Esto nos dice el porno: los hombres deben tener un gran miembro, o en su defecto, mucho dinero, las mujeres son unas putas. Otro cliché es el de sexo entre dos mujeres. La pornografía oficial ha usado el sexo lésbico para el deleite del público masculino, pero cuando Erika Lust hizo una escena de sexo entre dos varones en su película Cinco historias no fue bien recibida. “Me miraron como si estuviera loca”, dijo Lust.
En el porno oficial vemos todo: penes, vaginas, tetas, culos. Todo tipo de penetraciones y de experimentos. Pero nada es verosímil. Porque sus argumentos son baratos y nada creíbles. Entonces todo se vuelve falso.
Por eso es necesario crear nuevos imaginarios en torno al sexo, es necesario para que se sepa que en la vida real las mujeres no nos vamos a la cama con los tacones puestos, tampoco gritamos “Oh, si, oh Dios”, en la vida real no todos los hombres tienen penes enormes, en la vida real el pizzero no llega a nuestra casa y nos sacamos la bata, porque en la vida real no tenemos bata sino una pijama que consiste en calentador y camisa. La vida real tiene un material mucho más rico para explorar la sexualidad.
“Pertenezco a una generación que no ha encontrado una representación de su sexualidad moderna y plural y la pornografía machista tradicional. Las mujeres debemos tomar medidas inmediatamente y empezar a cambiar la visión que los hombres han impuesto del sexo a través del cine X. De lo contrario, las nuevas generaciones sólo tendrán acceso a su visión, más bien pobre, de la sexualidad”, escribió la autora de Confessions en su libro Porno para mujeres, en el cual también recopila varios testimonios de chicas que dan sus puntos de vista sobre la pornografía hecha por y para hombres. Ellas no se quejan del sexo sino de cosas como la banda sonora, las malas historias, o los personajes planos. Mientras que la pornografía oficial se basa en un discurso más que explícito, ilustrado y descriptivo, el porno femenino busca (o debería buscar) otros lenguajes más basados en las texturas de la vida cotidiana.
Terminaré este texto citando una anécdota que tuvo Anaïs Nin cuando escribió el libro de relatos eróticos Delta de Venus para un coleccionista, quien le exigía que quitara “diálogos innecesarios” y que se concentrara únicamente en el sexo. Tras acabar el libro Nin le escribió al coleccionista una hermosa carta que es una carta de una mujer escritora que habla sobre erotismo a un hombre que está en una posición de poder. Esa carta, entre otras cosas, dice esto: “El sexo pierde todo su poder y su magia cuando se hace explícito, mecánico, exagerado; cuando se convierte en una obsesión maquinal se vuelve aburrido.” “ Si alimentara usted su vida sexual con todas las excitaciones y aventuras que el amor inyecta en la sensualidad, se convertiría usted en el hombre más potente del mundo. El sexo debe mezclarse con lágrimas, risas, promesas, escenas, celos, envidia, todas las variedades del miedo, viajes al extranjero, novelas, caras nuevas, relatos, sueños, fantasías, música, danza opio y vino ”. Nin, al igual que las mujeres citadas arriba, coincide en que lo que excita del sexo es precisamente lo que no es sexo. Y esos lenguajes sutiles quizá sean los que las mujeres confieren a un nuevo discurso erótico, o en este caso específico, a un cine pornográfico para mujeres.
¿No es el amor la gran censura del discurso pornográfico?. El capitalismo crea máquinas de follar, asocia la sexualidad liberal con frivolidad, superficialidad; por otro lado ciertos discursos feministas nos dicen que para convertirnos en mujeres libres, autónomas, debemos tener la capacidad de tener sexo por sexo, lo cual está bien, pero, ¿en serio es posible?. Los seres humanos involucramos inevitablemente nuestro cerebro en la cama. Pero la sociedad insiste en convertirnos en seres que para tener sexo no necesitan sentir. Y ese, creo, es el peligro que corren ciertos discursos feministas como el del “poliamor”. Así como es necesario crear nuevos imaginarios en torno a la sexualidad desde el cine, es necesario que en esos nuevos lenguajes el amor y los matices que éste implica no sean excluidos del erotismo.

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