1 Es Ninguno, 3 Es Multitud.  Una entrada a “Castillos De Cartón”.
Por Ana Cristina Franco.
¿Se puede amar a dos personas a la vez?, ¿El amor es para dos?, ¿Puede sostenerse una relación de tres?… Estas son algunas de las preguntas que se hace Salvador García Ruiz, en su película Castillos de Cartón (España, 2009). El filme es una adaptación de la novela de Almudena Grandes que describe el Madrid de los años ochenta y de la “la movida madrileña” , fenómeno de la contracultura pos franquista que se caracterizó por -entre otras cosas- la búsqueda de nuevas experiencias y la exploración sexual… El cine ya ha tratado varias veces el tema del trío (The Dreamers de Bertolucci, Vicky Cristina Barcelona de Woody Allen, Jules et Jim, de Truffaut, para mencionar algunas…), quizás uno de los más polémicos, pues además de cuestionar la naturaleza del deseo y el amor, esconde algo que asusta profundamente al inconsciente colectivo: la destrucción del orden social.
Castillos de cartón presenta un argumento aparentemente sencillo: tres jóvenes deciden desafiar las convenciones ensayando una nueva forma de relacionarse y amar. Marcos y Jaime, dos buenos amigos, conocen a María José en la facultad de artes. Aunque ambos se sienten atraídos por ella, ninguno intenta seducirla, pues no quieren dañar su amistad. A María José los dos le gustan, pero tampoco hace nada al respecto, por la misma razón. Así, los tres intentan reprimir el deseo y empiezan a salir como amigos. Por supuesto, esto no dura para siempre. Un día que Jaime no está, Marcos y María José tienen un acercamiento erótico, sin llegar a tener sexo. Aunque ambos se desean, Marcos no consigue tener una erección, y María José no logra entregarse por completo, pues -más adelante nos daremos cuenta- es frígida. En ese momento, llega Jaime y los encuentra desnudos, frustrados ante la imposibilidad de consumar su deseo. Él, como todo buen amigo, decide ayudar: se desnuda y tiene sexo con la chica, delante de su buen amigo Marcos. Aunque a simple vista parecería una acción egoísta, es todo lo contrario. El acto sexual es por pura solidaridad. Ya que Marcos no pudo satisfacer a María José, Jaime lo hace por él. Es como si Marcos continuara su acción a través de otro cuerpo. Marcos lo entiende -y acepta- y se queda mirando. María José acepta tener sexo con Jaime en presencia de Marcos porque quiere que él la vea sentir placer. Así, los dos consuman las ganas que se tienen a través de otro. Los tres se complementan: María José quiere a los dos, Marcos tiene el deseo y Jaime el cuerpo.
Esta escena es clave en la película ya que muestra el nacimiento de un trío que no se da sólo por instinto sexual, sino por complemento. Quizás sea por esto que deciden pasar de la experiencia puramente carnal al experimento cultural y social que implica formalizar un trío como relación.  La filosofía occidental proclama el amor de pareja como valor supremo. Tal vez tenga que ver con el concepto de “integridad” en el que sólo estamos completos al tener pareja. La concepción del amor como dos cuerpos distintos que al unirse forman solo uno, recuerda a la filosofía de Platón que dice que nacemos incompletos. La mitad que nos falta está fuera de nosotros y anda en algún lugar, esperando nuestro encuentro. Sólo al hallar nuestra “pareja” habremos alcanzado la integridad. Uno es ninguno. Dos es el número que nos da sentido social. Quizá esta dinámica de pareja se base en la relación edípica Madre-hijo que no permite un tercero. De esta relación hermética nace el amor que conocemos; un amor que no permite más que dos porque se basa en la idea de la posesión. Y esta dupla es la que sostiene el sistema capitalista. Ya todos conocemos el cuento: Hollywood nos vende películas románticas proclamando el matrimonio como valor primordial. La televisión y la publicidad hacen lo mismo. En el capitalismo el matrimonio es un acuerdo social, y la razón es simple: es más fácil comprar de a dos.
La homosexualidad -en principio- parece que corto-circuita el acuerdo social del matrimonio, al mismo tiempo que mira al matrimonio como conquista. Pide “inclusión” al sistema que por siglos le ha relegado. En cierta medida esto es comprensible, pues bien o mal, los homosexuales también son dos, y esto implica repetir inevitablemente el mecanismo de poder con el que funciona el sistema binario. Es por eso que el trío es socialmente más shockeante. El 3 destruye el sistema. El uno que se suma al dúo dinámico rompe el «equilibrio». Un trío propone una relación en la que el otro no nos termina de pertenecer completamente, y en la que el deseo nunca muere sino que se transforma, y viaja de un lugar a otro, reinventándose… Por otro lado el trío consensuado obliga a replantearse el deseo mismo.
Según Jacques Lacan el psicoanálisis se basa en un principio que dice: “No hay relación sexual entre dos”. En una cama siempre hay cuatro: los dos amantes, y sus respectivos fantasmas. Al final, lo que sostiene a una pareja es la fantasía que provoca el vacío… En el caso de Castillos de cartón, Jaime formaliza un trío con un impotente y una frígida. Aunque a primera vista esto suena absurdo, es por esta razón por la que precisamente funciona la relación. Esta idea remite inevitablemente a otra clásica frase de Lacan: “Amar es dar lo que no se tiene a quien no es…” El amor utópico entre una frígida y un impotente es la metáfora de la imposibilidad de acercamiento de toda pareja. En toda relación hay dos que se unen porque en cierta medida, están vacíos; así, quieren que el otro llene ese espacio, pero resulta que ese otro tampoco tiene nada. Entonces lo único que les une es precisamente la falta. Y lo que aman es la falta.
Las relaciones se alimentan de fantasías. Pensar en otro cuando se tiene sexo con la pareja no es tan extraño. Ese otro imaginario -ese fantasma- es motor del deseo en la pareja. Sólo mediante un tercero pueden consumar su amor. Quizás en la realización de un trío este tercero fantasmático se vuelve palpable; lo que en una relación común está en el plano imaginario, en un trío se vuelve real, pues dos se aman a través de otro cuerpo … y el deseo toma otra forma. El tercero, en este caso Marcos, es la encarnación del fantasma, él es la herramienta para que Jaime y María José puedan amarse entre sí. María José, que no puede recibir, y Marcos, que no puede dar, se unen por medio de Jaime, un tercero que encarna su deseo.
Como era previsible, el trío que plantea Castillos de Cartón no dura para siempre. Después de vivir esta experiencia de relación filtrada, llega un punto en el que Marcos y María José consiguen consumar la relación sexual de a dos que intentaron empezar al principio de la película. Gracias a Jaime, María José supera su frigidez y Marcos su impotencia. Jaime los escucha follando y no lo puede soportar. Piensa que está celoso, pero no alcanza a entender que lo que le aflige es algo mucho más fuerte. Su tristeza se debe a que, en algún lugar del inconsciente, ha entendido que el trío ha terminado pues ya no lo necesitan. Sin embargo, sin la presencia de Jaime, ellos tampoco pueden funcionar. Cuando finalmente consuman su deseo…  se quedan vacíos. Después del orgasmo se acaba la búsqueda, con la eyaculación muere el deseo para siempre. Paradójicamente, cuando desaparece Jaime, que era el que inicialmente los mantenía distanciados, ellos ya no pueden unirse…. y es que sólo en esa distancia podían estar cerca. Se tienen el uno al otro pero ya no se desean, porque Jaime era la causa de su deseo y lo que los mantenía en constante búsqueda.  Las cosas podrían cambiar si Jaime y Marcos se amarían a través de María José, o María José y Jaime a través de Marcos; es decir, aprovechando el formato del trío sin repetir los mismos patrones que rigen la relación de pareja. Rotar los roles, permitir que el deseo se transforme… Pero en esta película, eso no sucede. Cada quien toma su rumbo, y el trío como estrategia de abolición del orden social, sigue siendo utopía, otra vez ….

Comments

comments

X