Por Christian León
El matrimonio de María Braun de Fassbinder presenta a un personaje complejo durante una época de zozobra.
Fassbinder hizo un cine de mujeres. Como Max Ophüls y Douglas Sirk, el enfant terrible del nuevo cine alemán creó una dramaturgia fundada en el deseo femenino. Su filmografía está repleta de mujeres fuertes y atormentadas como Veronica Voss, Effi Briest, Petra von Kant, Lola, Martha y Lili Marleen. Alejado del estereotipo del bello objeto amoroso, hizo de la mujer un ser abyecto que navega libremente por las tormentosas aguas de las más altas y bajas pasiones.
El matrimonio de María Braun (1978), Lola (1981) y La ansiedad de Veronica Voss (1982) configuran una trilogía que reflexiona sin ningún idealismo sobre la mujer en el contexto de la crisis política, económica y cultural después de la derrota alemana de la Segunda Guerra Mundial. El conjunto presenta tres de las más turbulentas antiheroínas que hicieron célebre a Fassbinder y le adjudicaron el calificativo de “misógino”. Acusación frente a la cual el director gay respondió: “Las mujeres, como los demás miembros oprimidos de la sociedad, tienen que realizar acciones bajas e inmorales para sobrevivir, lo que explica el tipo de opresión a que están sometidas”.
El matrimonio de María Braun presenta quizá al personaje femenino más complejo e indiscernible del realizador alemán. Con una prolija ambientación y un sobrio realismo la película reconstruye el ambiente post-apocalíptico de caos, crisis social y descomposición moral de la postguerra. En la primera escena del filme, María contrae matrimonio en medio de un bombardeo, la gente huye, documentos y papeles vuelan por los aires. Inmediatamente se la observa buscando a su marido desaparecido en combate.
Un magistral paneo de trescientos sesenta grados retrata la desintegración familiar, la pobreza, la destrucción.
En medio de la crisis y el caos, María pasa de simple ama de casa a ser una mujer fría y calculadora que es capaz de hacer cualquier cosa para conseguir sus objetivos. Reencuadres a través de puertas y ventanas llevan a los espectadores a convertirnos en voyeurs de esta transformación. Poco a poco, surge frente ante nuestra mirada cómplice una mujer fuerte que se produce a sí misma más allá de los imperativos morales. Ningún hombre tiene derecho sobre María. Ella elige a quien amar y por qué luchar. Trabajará como prostituta, traductora y finalmente decide transformarse a cualquier precio en una empresaria exitosa para traer a su lado al hombre que ama y espera desde hace 10 años.
Como La mujer y el extraño (1985) de Rainer Simon, El matrimonio de María Braun trabaja sobre el trauma de la postguerra y sus efectos en el deseo, el amor y en la vida íntima. Sin embargo, Fassbinder quiere ir más lejos. Parece decirnos que el fin de la guerra trajo una crisis de la masculinidad, un ambiente propicio para el despliegue de la mujer
Los hombres en el filme están reducidos a su mínima expresión. Hay un marido desaparecido, un abuelo sordo, un médico drogadicto, un cuñado pusilánime. Nadie tiene la intensidad y la pasión de María. El mundo corroído y debilitado por la guerra no está preparado para ella.
Hannah Schygulla, la actriz que interpretó a María, dijo alguna vez que el personaje es una “víctima de lo absoluto”. No se equivocó. El trágico final de María Braun no tiene nada de casual, es el justo precio que ella paga por su pasión absoluta en una mala época para los sentimientos fuertes.

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