Por Andrés Barriga
Notas sobre Peões, documental de Eduardo Coutinho.
Comienza con rastros de una época que se presenta como distante. Los protagonistas todavía están (tratando de recordar). ¿Quiénes están en esas fotos de huelgas, en esas películas de masas inconformes? Lula aparece desde el inicio, es el líder de las manifestaciones, de las reuniones sindicalistas. Pero lo apresaron y mientras estuvo en la cárcel su madre murió. Lo dejaron salir para el entierro. Lloró y luego se lo llevaron de vuelta. El relato está hecho de recuerdos.
Los personajes, antiguos obreros de las fábricas metalúrgicas, se emocionan frente a Eduardo Coutinho. El rodaje de Peões se lo realizó en los 30 días que precedieron la elección de Lula a la presidencia de Brasil. “Yo le dije a Lula que ya había perdido tres veces las elecciones. También le dije que Allende había perdido tres elecciones, y me dijo, ¿entonces también puedo ganar? Sí, pero a Allende lo mataron”, cuenta un obrero riéndose. La familia de los obreros, la que queda, comenta también sobre aquellas huelgas del 79 y 80. Hablan del miedo que tenían, de la importancia que representaba en sus vidas la política y del orgullo o desconfianza que les procuraba. Finalmente la política no es un oficio, es una pasión cooperativa sobre el compartir. La política es independiente del trabajo o profesión, mejor, forma parte de todo ello. Para ellos la política era el cotidiano, era su propio espacio. Salía de la factoría, mi mujer hubiera querido que regrese a la casa pero yo me iba a las reuniones del sindicato y regresaba tarde. ¿Apoyas a tu esposo? Lo apoyo. Deben luchar para cambiar todo esto.
Coutinho halla su filme en la efectuación de los procesos políticos de los obreros metalúrgicos de fines de los 70 y comienzos de los 80 en Sao Paulo. Pero a toda esta indagación de memoria en el recuerdo y en los rastros visibles de esa época la ubica en la voluntad de un mejor futuro, esperanza depositada simultáneamente al rodaje, en las urnas del 2002.
El recuerdo no es nostalgia cuando se inscribe en un devenir. El recuerdo puede ser un motor o ser un elemento de lucha. Recordar no se opone a olvidar, sino a regalar la memoria al enemigo. Una elección presidencial casi nunca representa el portal de un devenir, pero Peões funciona desde allí. Desde la cresta de esa ola que pretende arrasar con el ultraje y la humillación. Es la irrupción en el presente de esa voluntad de ser otros, de tomar al destino antes que su corriente nos lleve.
Lo sorprendente de Peões es que se sirve del pasado como agente propulsor, y no como elemento nostálgico. Los testimonios de los obreros hablan simbólicamente más del contexto con el que Lula llega al poder que del tiempo que le precede. La facultad del arte es justamente, como decía Deleuze, poder embarcarse en el devenir de un proceso, en el transcurso de la irrupción de un evento, y no limitarse a la efectuación de los acontecimientos consumados. Para eso está la historia, y el cine no es historia.
Una vez más cabe decir que la evocación del pasado bajo ninguna forma incluye un desplazamiento hacia atrás o viaje temporal, aquello implicaría olvidarnos: nuestro recorrido, nuestro lugar y nuestra afirmación en ellos. El recuerdo solo encuentra su cabida en el presente y en las interferencias que a este destina.
Finalmente, el carácter épico de los eventos vividos por los obreros de Brasil siempre han estado allí, cualquiera podía escarbar en ese recuerdo grande de la lucha proletaria. La característica de Peões es que la evocación cobra importancia cuando los momentos son de cambio.

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