Por Andrés Crespo
Prolífico cineasta guayaquileño, como adelanto a la presentación Del proyecto “Ecuador bajo tierra”. Aquí una aproximación al director.
Mi película favorita de Ellio Peláez hasta ahora es Sucedió una noche. Una hora cuarenta imposible de describir. Buena. Mala. Oscura. Brillante. Caótica. Sería como tratar de describir a Ellio mismo: Prometedor talento. Visceral cineasta de los Sauces. Emblemático artista de la cultura nocturna/ guayaca/gay. Paradoja viviente. Hijo del melodrama de las 6 de la tarde y del cine de horror/acción de Hollywood. Brutal connosieur del alma histérica, del volumen alto, de la traición atroz, de la puteada banal, de las amistades incondicionales y las cuchilladas en la espalda, del dolor emocional infligido por deporte, del pecado y la culpa profunda que una vez derrotada lo lleva al triunfo total y a la solución final: el aniquilamiento de la paradoja heterosexual perruña y cobarde, limitada y mezquina. La estética de Ellio se toma el otro y no solo lo destruye sino que lo olvida; sus personajes masculinos son meros instrumentos para el verdadero sentimiento; la desnudez del alma de la hembra nueva, la que se toma la vida en sus manos (sobre todo la de los demás) y procede con atropello feroz y sin paro, basando su moral en la nada sin retorno. Ellio es el nihilismo hecho video. El hijo de Nietzsche con banda sonora de Calle 13, usando en el cine el sexo como herramienta de vida y la vida como excusa para el sexo. En su cine, Ellio se concentra en la búsqueda inefable de una respuesta que no tiene pregunta.
Proyectar Versátiles, su decimocuarto trabajo en Guayaquil presupone un punto clave en la trayectoria implacable del MAAC CINE. Difícil es retratar esta coyuntura y esta ventana nacida de la curiosidad insondable del equipo del proyecto “Ecuador bajo tierra”, y de su búsqueda de talento subterráneo para la recopilación bautizada como cine alternativo ecuatoriano. Ellio tiene 10 cortos y 4 largometrajes fotografiados (en su mayor parte) por Alfredo Moreno y montadas por el legendario catedrático Fernando Carrera, aunque un par han sido producidas en su totalidad por Diana Abad. Todas hasta hoy han sido wproyectadas exclusivamente en la FACSO (Facultad de Comunicación Social de la U Estatal de Guayaquil). Sus actores son en su mayoría compañeros de la universidad, con la excepción de un par de modelos nacionales y un actor colombiano. Mariela Córdova es su protagonista recurrente y Ellio asegura que ella actúa mejor sin ensayar, “ya que no es una actriz de cámara apagada”.
Las películas de Ellio se viven minuto a minuto, sin introducción de personajes, escenas explicativas, ni ningún tipo de vicio del cine de occidente actual. La gente entra, cumple su rol y continúa o desaparece, según los designios de Ellio quien también trabaja con guiones cortos de 10 páginas para un largo de hora y media.
El día de hoy ser un joven guayaquileño implica no creer en absolutamente nada. Ese es el legado de nuestros líderes. La bacanada sin sentido como estrategia de vida, el racismo disfrazado de orden dentro del progreso. Y para Ellio, partiendo de ese punto, le toca crecer haciendo cine. Desde una visión que camina a su propio ritmo. A la que solo le falta romper un manto que no tiene nada de ingenuo, sino que por momentos peca de complaciente. Es el calor. El sopor de las tres de la tarde. Ellio necesita el frío. Necesita el dolor del invierno en Madrid. O en Baltimore. Romper la coraza. Estar solo frente a una página de Kerouac. Afilándose como cuchillo. Su espíritu trascenderá toda rigurosidad y se plasmará con la misma inevitabilidad con la que se mueren y matan sus personajes.

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