Por Daniel Montenegro
En Noviembre de 2010, hace ya dos años, dejaba de existir Luis García Berlanga, cineasta de incomparable sensibilidad social y extraordinario dominio visual. Valenciano de nacimiento, pero residente en Madrid desde muy temprana edad, es el cineasta español más prolífico de la historia, comparable únicamente con la mítica figura de Luis Buñuel.
La destreza de Berlanga supo retratar un mundo de salvajes con una elegancia y  humor que no envejecen, por el contrario, son amargamente actuales. Resulta preciso, entonces, hacer un pequeño homenaje a una de sus obras más representativas. Estrenada en 1963, años de dictadura franquista, El verdugo es un acercamiento insolente a la muerte y a su aval político, a través de la pena capital, en el que se toma como sujeto de interés al ejecutor, mejor conocido como verdugo. Dicho cargo lo lleva con cierto orgullo, a pesar de los desaires sociales, Amadeo, señor mayor bonachón y muy hablador, quien después de ajusticiar a un condenado, conoce a José Luis (Nino Manfredi), joven frustrado por el constante rechazo de las mujeres a su empleo de enterrador. En este encuentro fúnebre, se genera el escenario ideal para que José Luis empiece una relación con Carmen, hija del verdugo.
A partir de aquí la moral y la burocracia se conjugan y alcahuetean incesantemente. Amadeo es obligado por su edad a jubilarse del cargo, a la vez que José Luis y Carmen esperan un niño que fuerza su matrimonio. Ante la inminencia de calamidad familiar, Amadeo insta a José Luis a aplicar por su antiguo empleo con el fin de mantener los beneficios correspondientes, empleo que le es concedido gracias a una cadena de favores por parte de amigos funcionarios públicos. Una maldición empieza así para José Luis, quien nunca antes ha matado y la sola idea de hacerlo le produce un pánico insostenible. Tal es el temor del flamante verdugo de llevar a cabo su función, que intercede en peleas callejeras, lee impulsivamente la crónica roja y tiembla cada vez que se menciona un juicio con posibilidades de derivar en la pena capital. Hasta que un buen día le llega la hora, y la ejecución se tiene que llevar ni más ni menos que en la paradisíaca isla de Palma de Mallorca.
La obra de Berlanga ha generado polémica y sorpresa en varios niveles y desde distintas perspectivas. Lo primero desde luego es el contenido, siempre la muerte genera cierto revuelo, y Berlanga la presenta poco solemne y hasta se llega a mofar de ella. El matrimonio es otro de los temas delicados que no se libran  de la burla; pero llama especialmente la atención la feroz crítica al sistema burocrático y al estado en general. Esto sobre todo tomando en cuenta el contexto en que se realizó la película, pues corrían los años más crudos de la dictadura en España y la censura parecía ser ineludible en todo tipo de obra. Aún así, el autor se las arregló, no solo para evitarla, sino para que el propio estado se encargue de financiar sus películas.
Mucho se ha hablado de la cercanía entre García Berlanga y el falangismo, ala radical del lado franquista, a pesar de ello, como sucediera con John Ford, y hoy por hoy con Clint Eastwood, es inevitable notar las contradicciones fundamentales que plantean sus películas con las premisas políticas a las que se los asocia. Como en aquellos años, la situación en España es convulsa y la ansiedad por migrar está al orden del día, resulta curioso como José Luis (el verdugo) sueña constantemente con huir a Alemania, tierra que promete prosperidad y seguridad. Así, Berlanga repetidamente destruye el costumbrismo y la moral española sobre la que se sostenían las bases de la dictadura,  además de ser escéptico ante la ley y las instituciones estatales en general, entre ellas la Iglesia Católica.
En El Verdugo los personajes, aunque son muy simpáticos, generan mucha lástima por su implacable sometimiento. Son seres absorbidos y prisioneros de una maquinaria estatal deshumanizada y sin cabeza visible. Pero esta tónica no es exclusiva de esta película, Berlanga repite este discurso una y otra vez inagotablemente, consiguiendo siempre, con efectividad, los mismos resultados, siendo además un dominador de la técnica cinematográfica, pues es considerado uno de los grandes maestros de la planificación utilizando con mucha frecuencia y habilidad los planos secuencias. Al final de la película, los guardias de seguridad llevan a la fuerza a José Luis a que, dé fin a la vida de un condenado, aunque quien parece que enfrentará el garrote es el propio verdugo.

Comments

comments

X