Por: Gabriela Paz y Miño
“No sé”. “No tengo información”. “Honestamente no he escuchado nada de eso”. “Solo sé lo que he visto en las noticias”. Así de tristes son todas las respuestas, excepto la última –la única de una ciudadana extranjera- que conoce detalles de la historia del mítico juicio planteado por una comunidad amazónica ecuatoriana a la petrolera Chevron- Texaco, una de las diez empresas más poderosas de los Estados Unidos.
Minutos antes, los testimonios de los afectados por la contaminación sistemática de la petrolera, que operó durante 30 años en el país y que envenenó alrededor de 480 000 hectáreas de la selva, dejan sin aliento al público que, el martes 11 de febrero, llega a la sala 1 del Ochoymedio, para asistir a la primera sesión de la muestra “¿Qué pasa en la selva?. Carta Blanca a Julián Larrea”.
Las imágenes de “Texaco Tóxico”, el documental de Pocho Álvarez, no dan tregua: conmueven, enfurecen, entristecen, repugnan. La gente que ha venido a verlo parece no pestañear (tal como ocurre, minutos antes, con el primer filme: “Descendientes del jaguar”, de Eriberto Gualinga). En la sala no hay un solo ruido, excepto algún expresivo: “qué hijueputas”, que alguien susurra en una banca cercana, cuando, en la pantalla, una mujer que ha abortado y padece de cáncer (como su madre y otros parientes, amigos, vecinos…), llora porque sabe que la causa de su enfermedad es la desidia de una empresa y la complicidad de un Estado.
De esa complicidad le hablan a Pocho Álvarez cuando termina la proyección del documental y empieza el foro. “¿Por qué eligió no enfatizar el papel que jugó el Estado ecuatoriano en este crimen?”, le pregunta/critica una mujer joven al cineasta riobambeño, que para muchos es un referente del cine social y a quien alguien llamó hace poco una “leyenda viva”.
Tranquilo, con esa tranquilidad que da la coherencia, Álvarez empieza por concederle razón a la espectadora, y en minutos resume la desidia de los distintos gobiernos frente a las acciones de la petrolera. “Pero este documental se alinea con la posición del Frente de Defensa de la Amazonía”, explica. “Ellos no descartan en algún momento también enjuiciar al Estado, sin embargo, la táctica dice que no es bueno abrirse tantos frentes a la vez”.
El apoyo del actual gobierno y la enorme campaña mediática “La mano sucia de Chevron” no escapan del ojo crítico de este cineasta, quien ya fue vapuleado en una de los enlaces ciudadanos, hace pocos meses, por causa de su documental “A cielo abierto, derechos minados” (también parte de la muestra de OCHOYMEDIO). “Correa visitó la zona hace 7 años. Luego el Gobierno tuvo 7 años de amnesia. Este es un apoyo cuestionable, de última hora”… motivado, según Álvarez, por el juicio que cínicamente ahora plantea la petrolera contra el Frente de Defensa de la Amazonia y en contra el Estado ecuatoriano, por una supuesta “asociación” para extorsionar a la petrolera. “Por eso el Gobierno reacciona ahora, pero la verdad es que resulta un aliado incómodo”.
Para alguien, en el público, esta versión es nueva. Se trata de un joven costeño que solo conoce el caso Texaco por las últimas noticias de la campaña del gobierno. “En la Costa sabemos poco de este caso y esta campaña ha ayudado a que alguna gente tome conciencia de ese desastre”, dice con genuina convicción. El Pocho Álvarez, que seguramente lo dobla en edad, no se sorprende. Habla, con la misma parsimonia, de los “imaginarios falsetas” que construimos en este país, en torno a cosas como el fútbol o las guerras… o –no lo dice, pero lo implica- enormes campañas mediáticas que no siempre hablan de realidades. Porque “para el poder –dice el Pocho- la verdad no existe. Es solo un objeto de interés”. Y reclama a los cineastas que trabajen para contar lo que a ese poder “le interesa callar”.
La charla con Pocho Álvarez dura alrededor de media hora. Suficiente para que quede claro que el cineasta sigue siendo el mismo tipo sencillo y frontal cuya filmografía, de más de 100 documentales, cortometrajes, tiene una posición clara, como también lo dijo alguien hace poco: “siempre, siempre del lado de las víctimas”. (Texto: Gabriela Paz y Miño. Foto: Joke Baert)

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