Por Galo Alfredo Torres
Otra historia de baja intensidad proveniente de Argentina, esta vez dirigida por Ana Katz: La Novia Errante.
Una pareja va de vacaciones a un balneario fuera de temporada. En el autobús tienen una discusión «trivial». El no se baja. Ella se queda sola y camina con el equipaje hasta el alojamiento, pero antes pasa por un médano y un bosque. Varada, sola y sufriente, la novia llega a la playa y en adelante la veremos matar los días entre el dolor de la separación, las llamadas al amado que no contesta, desganados paseos por la arena, breves intercambios con varias personas, el encuentro con un hombre con el que no pasa nada, fiesta pueblerina y repetidas incursiones al locutorio. Es decir, una sucesión de pequeñas situaciones, normales, nada excepcionales ni espectaculares alternando con el drama de la separación.
Recordemos que el modelo de dramatización clásico se ha arrogado imitar la vida de los hombres estableciendo unos códigos narrativos para representarla. Desde Aristóteles y Hegel hasta la novela decimonónica y el guión cinematográfico se ha establecido una normativa de construcción tanto a nivel de la historia o trama como del relato o argumento: unidad de lugar, tiempo y acción; continuidad, linealidad y progresividad, intriga motivada, justificada e ingeniosa, sucesión lógica y cronológica de los acontecimientos, inicio motivado y objetivo a alcanzar, etc., etc.; cuyos temas y acciones deben obedecer al pathos trágico y grave, concretados en la narración de grandes acontecimientos, reglamentados por exigencias genéricas. Los héroes y antihéroes al final mueren o se casan. Esta ha sido la tradición y tiene su vigencia –recordemos el célebre guión de hierro y los manuales para escribirlo–. Frente a ese paradigma narrativo está la línea rupturista de la literatura experimental, del cine moderno y posmoderno, empeñados en deconstruir y burlar las constricciones de la dramatización canónico-genérica.
Una de las líneas de distanciamiento del modelo narrativo tradicional lo encarnó tempranamente el Neorrealismo Crítico de posguerra y lo profundizaron las versiones locales de los Nuevos Cines nacionales de los sesenta y setenta. Dentro de esta corriente alternativa de contar historias por medio de imágenes a partir de una puesta en escena más concreta o documentalizante es la del Neorrealismo Cotidiano, iniciado por Ozu y Antonioni, cuya marca de origen es justamente la «desdramatización de lo mayor» o pathos trágico y su opción de contar historias pequeñitas, de baja intensidad y de héroes menores, recurriendo a la valorización narrativa de los tiempos muertos y el no-acontecimiento, a los que el plano secuencia, la cámara fija o la profundidad de campo convierte en un cine de contemplación, de profundización de la mirada. Esa heredad continúa en el cine de los ochenta y noventa (Jarmusch, Kiarostami, Guerín) y recala en la cinematografías latinoamericanas, particularmente la argentina, en ese movimiento llamado Novísimo Cine Argentino. Una novia errante de Ana Katz, es un buen ejemplo de este neorrealismo cotidiano que lo inicia a finales de los noventa Mundo Grúa, lo continúa La ciénaga, La libertad o Ana y los otros y se reproduce en el resto del subcontinente con Temporada de patos, En la cama, Hamaca paraguaya o Suite Habana.
El fondo común que articula a estos filmes es que sus historias son mínimas o casi desacontecidas con respecto al canon –Sorín y sus Historias mínimas milita en esta tropa–, pues desdramatizan, eludiendo y aludiendo, dejando fuera de campo o depositando en los diálogos el gran acontecimiento canónico o combinándolo con acontecimientos menores, en un afán de acercarse más a lo real y su ritmo de sucesos, grandes y pequeños. A la mujer solitaria y sufriente de Una novia errante la vemos viviendo su drama pero en medio del mundo de la vida y su tiempo pausado, sus espacios poblados de rutinas y demonios de lo efímero. Como ha dicho Bolaño: «¡Pero todo tiempo tiene importancia, buey! Lo que pasa es que no nos damos cuenta!» Hay un cine que está interesado en que nos demos cuenta.

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