Por Iván Rodrigo 
La película ecuatoriana Quito 2023 de Juan Fernando Moscoso y César Izurieta motiva a discutir el audiovisual de ciencia ficción en Ecuador, además de abrir algunas interrogantes acerca de la ciencia ficción en el imaginario de los jóvenes. Lastimosamente, hay que decirlo, el film Quito 2023 no es un ejemplo para establecer los inicios promisorios de la ciencia ficción en el campo cinematográfico. Aunque en el país ya hay un cierto trabajo literario, pareciera que este no es suficiente para marcar el camino del audiovisual. No obstante las experiencias de escritura y de cine siguen siendo aisladas y, a pesar de los esfuerzos de escritores más reputados, al parecer las nuevas generaciones todavía no aprendieron lo que debe ser un trabajo más profundo.
La pregunta que se debe plantear es, abocándonos a la cuestión audiovisual: ¿Cuál es la imaginación de futuro de Ecuador que tienen los realizadores? Es usual pensar que la ciencia ficción habla del futuro; sin embargo, esta presunción es inocente porque el solo hecho de mostrar a Ecuador en el futuro no quiere decir que se esté haciendo ciencia ficción si no se tiene una idea de las problemáticas, de los fenómenos ligados al desarrollo socio-tecnológico o de las cuestiones inherentes al impacto de las tecnologías de poder en el cuerpo o en los grupos sociales. Quito 2023 parte de la premisa que Ecuador nació de la opuesta relación entre grupos de poder –especialmente militares– y grupos sociales. Los títulos animados de apertura muestran a un país constituido sobre la sangre del pueblo, pisoteado por regímenes que usaron las armas. Luego aparece la imagen de Jaime Roldós como la referencia a una “refundación” del país, hecho que termina con la caída de Abdalá Bucaram, con efectos en la dolarización en el país. La década del 2000 es pintada con una serie de revueltas hasta la instauración, en el film, de un régimen “distópico”, desde 2014, liderada por el dictador Ponce. En 2023 la guerrilla urbana lucha por destituirlo.
Con esta línea argumental uno podría pensar que Quito 2023 nos instala en el núcleo de un sistema político basado en el ejercicio de la fuerza y de la violencia, y cuyo devenir supondría el ejercicio de autócratas que piensan al territorio como su propia casa. Pero la cosa se queda ahí. Moscoso e Izurieta muestran que no tienen intenciones de hacer una reflexión socio-política, quedándose en los perfiles de personajes sentimentales sin convicciones profundas. Lo que parece postularse es que para los jóvenes el país estaría truncado por las dictaduras. ¿Es esa la tesis del film?
Ficciones post-utópicas
Acá vale la pena detenerse con algunas referencias del audiovisual de ciencia ficción en Ecuador. Sin pretender hacer una historia es preciso demarcar algunos senderos que conducen ahora a Quito 2023 –aunque no quiere decir que existan conexiones–. Frente a la inquietud que deja Quito 2023: que Ecuador está estancado para las jóvenes generaciones, hecho que implica que no hay futuro promisorio, cabe recordar el corto publicitario de Ruptura 25, La caverna (2013), dirigido por Sebastián Cordero. Esta pieza de ciencia ficción fue parte de la campaña para las elecciones presidenciales de 2013 de la agrupación política en mención. Un grupo de personas está aislada dentro de un búnker y solo escucha las “malas noticias” del exterior. Uno de ellos decide a buscar comida y encuentra que afuera todo es normal y el aire es respirable. Cuando retorna les hace constar a sus compañeros que lo que oyen y viven es una mentira.
Como en Quito 2023, estamos en un lugar subterráneo. Se oye, en ambos casos, el del film y el de la pieza publicitaria, lo que sucede en el espacio exterior. La ficción política de Cordero expone a un grupo humano sumido en el miedo; éste cree que hubo una hecatombe y por tal motivo solo recibe “noticias”. En el film de Moscoso e Izurieta, los “revolucionarios” conviven y también tienen “noticias” de la televisión. A diferencia de del corto de Cordero, este grupo de jóvenes están armados y quieren derrocar al dictador. Empero no hay base ideológica, no hay discusión de principios, no hay premisas que fundamenten su razón de ser: no se les puede considerar como “idealistas” por falta de trabajo en el guión. Empero, tanto en Quito 2023 como en La caverna, la utopía –que es una de las bases de la ciencia ficción– queda suspendida. En ambas la sordidez es lo que caracteriza a ese medio ambiente político vivido. La pieza de Ruptura 25 quiere prometer una salida que es la cumplida por el joven que busca la comida y se atreve a quitar la máscara cuando está en el exterior. En Quito 2023 la salida se anula porque uno de los guerrilleros mata al personaje principal. En definitiva no hay salida. Quito 2023 y La caverna se esbozan bajo la señal del pesimismo.
El cineasta Iván Mora filma en el 2008 el corto de ciencia ficción post-apocalíptica Silencio nuclear. El tono de este cortometraje es metafórico y abstracto. Un hombre en un paisaje montañoso árido aniquila a seres vivos para robarles su energía y adosarlas a unos aparatos. Él mismo conecta su cerebro a la máquina. Luego ve, desde lo alto de la montaña, lo que ha quedado de la Tierra. En este corto el director trata de esbozar la destrucción de la naturaleza ejercida por el ser humano, pero también cómo ello le conduce a su soledad. Contrario a los films indicados, la pretensión de Mora es más bien filosófica: piensa sobre la autodestrucción de la humanidad.
Precisamente otra interrogante que despierta el film Quito 2023 es lo ético, en sentido de comportamiento que deviene de un pensarse a sí mismo dentro de un proyecto o, si se quiere, la estrategia que apunta el camino a seguir. En el corto de Mora se halla la idea que el ser humano asume su propia capacidad de destrucción, mirándose como un ser rodeado de tecnologías con las cuales no puede llegar a la trascendencia; de ahí que el final sea él frente a la desolada naturaleza con la que no hay comunicación. En Quito 2023 la ficción de destruir el poder estatal en manos de un tirano, que es a todas luces también la ficción histórica de un anarquismo mal entendido de echar abajo al Estado, no tiene explicación sólida. Incluso la idea de derribar a ese tirano –visto éste como un padre autoritario– muestra a un grupo de individuos que no persiguen ideales sino que ponen de manifiesto sus problemas existenciales del modo más visceral.
Contrario a esta línea argumental poco aprovechada, por ejemplo el cortometraje Siete ciudades de Meteora (2009) de Nicholas Hogan, aparte de ser un notable ejercicio en el que el realizador expone sus conocimientos en la animación en 3D, muestra la lucha de un ser humano modificado para volar, quien trata de luchar contra la tiranía de un gobierno que se ha hecho cargo de las ciudades que los hombres han edificado sobre meteoritos sobre la superficie de un planeta remoto. En el film hay un eco a Prometeo, en este caso, el humano modificado, producto de un experimento fracasado, quien es expulsado, el cual asume su condición salvífica sobre la humanidad que está atrapada en el planeta. El trabajo de Hogan, sin ser necesariamente un alegato por la libertad, tiene una intención clara, más allá de la destreza cinemática que muestra su film.
Ficciones de “mundos otros”
Aunque anárquico pero utopista, Francisco Valdiviezo filma Kuba con K (2013), aprovechando un viaje que hiciera a Cuba como músico rapero. Más conocido como Fabrikante Banda Mocha, Valdiviezo hace una extrapolación de la realidad de Cuba al supuesto año 4000, pintando un país utópico cuya gente, a pesar del bloqueo del “kapitalismo” con “k” –como le denomina–, mantiene incólume la libertad, la alegría, el espíritu de compartir, de conversar, de jugar, etc. Kuba con K es un documental-ensayo que analiza, mediante un discurso a veces simplista –pero no por ello aleccionador–, los vicios del capitalismo: su expansión económica, el consumismo materialista, el deterioro medioambiental… inclusive las profesiones modernas que, de acuerdo al autor, afianzan las esferas del poder. Así, Valdiviezo proclama la creatividad y la necesidad de una nueva sangre (los jóvenes vampiros) que echen abajo los “ismos”.
La cuestión de la extrapolación es clave en la ciencia ficción. Ligado a la temporalidad, se trata de observar los problemas actuales en contextos futuros; es decir, de proyectar el pensamiento a mundos futuros posibles. Si admitimos el trabajo documental de Valdiviezo en ese marco, es evidente que su discurso es futurizador porque alienta a la juventud a apropiarse de proyectos utópicos ya dados, aunque admita que estos se hayan contaminado con el “komunismo” con “k”, otra forma moderna del capitalismo. La extrapolación en Quito 2023 también se da pero sin propuesta ética ni política. De ahí que el film sea vacío de contenido. Por ejemplo, la discusión entre el guerrillero y el tirano, al final de la película, es insostenible porque allá no se discuten principios sino solo cuestiones domésticas al modo de un adolescente quien le recriminaría a su padre en un momento de ira. El guerrillero luego decide irse con la novia y evadir la realidad. El concepto dictadura al no estar extrapolado no permite su reflexión.
La preocupación inherente a la estructura de sociedad tecnológica contemporánea es ricamente explorada y extrapolada por un grupo de cineastas jóvenes de Incine en cortometrajes que llaman la atención. Aunque sus trabajos son aún proyectos de aula, el nivel de estos es profesional, dignos de considerar. Así El contenedor (2012) de Carlos Castro y Patricio Capelo, es una anodina historia acerca de un universitario que filma un documental; esto le lleva a enamorarse de una joven ciega. Al tratar de comunicarse con ella –situación que no puede lograr– se aproxima más a su profesor quien hace experimentos con un aparato registrador de imágenes con la intención de retener el espíritu de un individuo. El postulado del film nace de la idea de que las imágenes atrapan el alma. El realizador trata de extremar este concepto –muy discutido en la filosofía de la imagen a partir de las premisas de Platón– y participa en el experimento donde se expondrá a la muchacha ciega al proceso tecno-científico con resultados problemáticos. Castro y Capelo intentan reflexionar sobre las tecnologías de la imagen, pero sobre todo sobre la ilusión de realidad a partir del manejo “científico” de las tecnologías.
En Nerón (2013) de Carlos Carrasco, el interés es por las tecnologías que afectan a lo sensorial. En una empresa se ha desarrollado una máquina que permite implantar sentimientos. Al inicio, en un experimento, una mujer se enamora de una araña. Un hacker se roba la tecnología –codificada con el nombre de Nerón– y con ello trata de apropiarse del espíritu de una mujer quien trabaja en la empresa. Es particular la idea del desarrollo de máquinas, con el código respectivo, que afectan las emociones, que ayudan a programar sentimientos: esto lleva a cuestionarnos acerca de cómo las tecnologías pueden constituirse en medios de poder. Nerón, en este sentido, alude a la tiranía ejercida por la tecnología, tiranía impuesta a algún sujeto para su dominio. El propio Carrasco filma luego Obsesión (2014) empleando casi el mismo motivo. Se trata de alguien quien experimenta con una máquina inyectando ADN de alguna víctima. Cuando encuentra a una mujer, finalmente la dominará. El escenario es del una ciudad deteriorada donde seres solitarios tratan de aprovechar las tecnologías de poder.
Una especie de distopía se traza en el cortometraje El escuchatorio (2013) de Matías Kykendall. Un individuo signado por alguna enfermedad oficia de escucha-confesor en una especie de “iglesia”. Todos le cuentan sus historias o los chismes. Vive encerrado. Graba y reproduce lo que oye. Además les hace oír a otros lo que graba. El estilo es de un neobarroco donde la tecnología y el tiempo se fusionan, provocando una atmósfera suspendida. De fondo está la cuestión de la incomunicabilidad, del engaño y de la simulación. El eco es al mago de Oz en versión andina, solo que en el film es un “mago” que hace hablar a los demás; la paradoja de ello es el profundo silencio en el entorno. Igual eco es alguna secuencia de THX 1138 de George Lucas, donde el individuo, presa de una sociedad distópica acude a un confesorio tecnológico.
Parodias
Habría que señalar que la ciencia ficción en el audiovisual ecuatoriano todavía está en ciernes. Puesto que es un género al que los cineastas recién le dedican algún interés, tal parece que lo que se hace es más bien parodia, donde falta más trabajo de guión. No se trata solo de estetizar la ciencia ficción sino de proponer discursos más complejos. En la década de 1980 la televisión ecuatoriana popularizó algunos elementos de la ciencia ficción como naves, tecnologías, viajes espaciales, etc., pero solo como medios de entretenimiento. Se puede recordar así Satur Niño, producido por Gamavisión. Igualmente la serie de Galo Recalde, Dr. Expertus, emitido entre 1994 y 1997 por SiTV, sobre un científico loco en un mundo de fantasía; la serie volvió a la televisión con el nombre de Capitán Expertus en 2011 en Ecuavisa, donde el científico pasó a ser un capitán en el año 2154, quien vuelve del espacio al Tercer Mundo (Ecuador), único lugar posible para vivir, tras la destrucción de la Tierra. La intención formativa en valores, en el desarrollo de capacidades cognitivas, etc., dirigidos a niños y adolescentes más bien están presentes en estas series.
En la actualidad, EnchufeTV juega en algunos títulos con paródico. Lo post-apocalíptico, por ejemplo, es usado en Fin del mundo (El último hombre) (2012) para ridiculizar las historias rosa: el personaje debe conseguir el amor de su novia para lo cual “destruye” el mundo. La ironía sobre las relaciones de pareja postmodernas es notoria. En Soy un zombie (2012) –parodia de Resident Evil–, el zombie es alguien que se libera de la vida social pero adquiere conciencia que no ha vivido plenamente.
En Súper héroe ecuatoriano (2013), el afroecuatoriano Nyctimant se enfrenta con quien lo envidia y tiene secuestrada a su novia. Supuestamente el momento del conflicto es la caída de algún gobierno. Esto no importa, sino el hecho que el súper héroe, además torpe en la cocina, es gobernado por su madre. El eco es la película Hancock. Otro caso es Dragon bowl suegra (2013), sobre el duelo de un muchacho con su futura suegra, producto de la rotura de un dispositivo de cocina. Lo que funciona allá son los efectos especiales imitando la estética de Dragon Ball Z.
EnchufeTV parodia también la ciencia ficción como espejo de la realidad. Por ejemplo en Alien en Ecuador (2013) se presenta a un extraterrestre visitante, desnudando los contrastes culturales. Este hecho se repite en Alien en Latinoamérica (2013) donde las diferencias de lenguaje llevan a situaciones de humor. El lanzamiento de una nave ecuatoriana al espacio exterior en Ecuatorianos en el espacio (2013) permite al espectador reírse de un par de astronautas que desvían su curso de vuelo gracias a que se emborrachan; aunque logran recuperar su posición, despertando el sentimiento patrio, terminan explotando ya que recuperan sus vicios. El corto parodia a Armagedon.
A modo de conclusión
El trabajo de Sebastián Cordero, Europa report (2013) es, a todas luces, un ejemplo sugestivo de una ciencia ficción inteligente. Aunque el film es de producción norteamericana, con los estándares que obliga su industria audiovisual, comentarla brevemente es importante en el marco del cine de ciencia ficción ecuatoriana, tratándose de su director nacido en el país. Europa report en esencia permite trazar un problema: ¿Hasta qué punto el viajero espacial, con la excusa de investigar formas de vida en un planeta exterior, se encuentra con la evidencia de una otredad “peligrosa”? Probablemente esta misma pregunta prevalece en 2001, odisea del espacio, film al cual Cordero también homenajea. La película de Cordero no tiene el tono filosófico experimental de Stanley Kubrick, pero el uso de recursos narrativos del found footage, haciendo que estemos ante un falso documental, nos demuestra un hecho ineludible: que la ciencia ficción se articula sobre pedazos de conocimiento, en cierto modo científico, con los cuales se elabora mundos posibles –al modo de Umberto Eco–: alotopías o mundos diferentes del real; utopías o mundos ideales; ucronías o mundos paralelos; metatopías o mundos proyectados. La articulación de la ciencia ficción es, de acuerdo a Eco, en base a las especulaciones contrafactuales. Así, Europa report admite la fórmula de “qué pasaría si…” el ser humano se topa con otras formas de vida. Pero también consiente otro elemento anotado y que Eco también lo plantea: la extrapolación.
En el caso de Europa report la extrapolación supone ver el mundo futurible poniendo en evidencia los problemas actuales. De este modo, siguiendo la temática que Cordero explora en sus obras, la de esa otredad subalterna o subalternizada por la globalización, es posible pensar con Europa report también la figura del migrante como un viajero explorador quien, en su pretensión de conocer y asentarse en un mundo nuevo, en un mundo futuro, en un mundo pintado de utopía –el del posible desarrollo tecnológico–, se encuentra frente a un habitante “otro” que es más “peligroso” que él, dado que defiende su hábitat. Si bien la preocupación puede ser sociológica, el discutirla en el ámbito de la ciencia ficción implica reconocer que la migración supone el desequilibrio de las tecnologías de vida locales, donde la tecnología de quien defiende su hábitat implica una economía: solo se admitiría al recién llegado si este es “comido”, si este es consumido y destruido –o adaptado en forma funcional– para que no afecte su hábitat. Pero la adaptación no quiere decir integración, sino más bien “apropiación” de la energía del migrante, del viajero, de ese otro, que para los habitantes de un lugar, es más bien “peligroso”.
Volviendo al caso de Quito 2023, sabemos que la extrapolación es débil. Ante el escenario de qué pasaría si Quito se convierte en una ciudad amurallada y detentada por un dictador, hecho que obliga a armar una guerrilla, la película no ayuda a pensar, en efecto, sobre la naturaleza de las dictaduras postnacionales, ni sobre Quito cercado y distópico. El film no tiene información para construir inferencias, peor hacer hipótesis de trabajo, incluso en cuanto a lo distópico. He indicado, por otro lado, que frente a nuestra pregunta inicial, Quito 2023 es una muestra de un posible no-futuro del Ecuador. Esa suspensión de la utopía por un desconcierto o por un malestar por las vivencias políticas observadas por parte de ciertos sectores de la juventud ecuatoriana implica que ellos tampoco se imaginan en el futuro. Aunque pudiéramos pensar que la juventud se burla de los discursos políticos o sociales –caso EnchufeTV–, la comparación con los fenómenos socio-políticos sigue siendo esquemática sin abrir realmente a un debate. En buenas manos, la ciencia ficción con sus propias estrategias, podría contribuir a pensar el futuro del país.

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