Por: Gabriela Montalvo
Cuando un agricultor quiere sembrar, lo primero que hace es preparar el terreno, cavar, y poner su semilla debajo de la tierra. Lo mismo pasa con una construcción, los cimientos de una edificación están bajo tierra.
El Ecuador se ha propuesto, desde hace algunos años, “cambiar la matriz productiva”, llevando a la economía desde una matriz primario-extractivista, hacia una producción intensiva en innovación, tecnología y conocimiento. Ese plan incluye promover la creatividad e impulsar lo que se conoce como “industrias culturales”. El Plan Nacional del Buen Vivir 2013-2017, tiene toda una política (5.4 Promover las industrias y los emprendimientos culturales y creativos, así como su aporte a la transformación de la matriz productiva), para cumplir con el objetivo de “impulsar a las industrias culturales con contenidos diversos e incluyentes” (p. 214).
En lo que al cine se refiere, el Estado ha contado con un marco legal (Ley de Cine de 2006), una institución (Consejo Nacional de Cinematografía), y un mecanismo de fomento (Fondos Concursables), con los que ha logrado, efectivamente, un crecimiento de la producción cinematográfica. Sin embargo, diez años después de contar con todos estos mecanismos, todavía no es posible afirmar que en el Ecuador exista una industria cinematográfica, ni que el fomento haya estado dirigido a establecer y sostener una estructura de producción. En estos diez años, esos fondos de fomento, esa semilla para sembrar industrias culturales con contenidos diversos e incluyentes, no han llegado a quienes hacen cine bajo tierra, cine guerrilla o “cine independiente de bajo presupuesto”. Los fondos que CNCINE ha entregado para diversas etapas de la producción cinematográfica, guión, preproducción, producción, pos-producción, distribución, e incluso bajo la categoría de cine comunitario, no han llegado al autodenominado “cine guerrilla”.
Para hablar de industria cinematográfica nacional, es imprescindible fomentar la circulación de contenidos audiovisuales en el Ecuador, pero además facilitar el encuentro entre la oferta y la demanda de cine nacional. Por eso surge la inquietud: ¿Si la oferta de cine ecuatoriano ha logrado crecer exponencialmente, ¿qué está pasando con la demanda? Focalizar el desencuentro entre este crecimiento exponencial de la producción de cine nacional (300%) vs los bajísimos niveles de audiencias[1], ha sido una constante en los análisis. Sin embargo, ése análisis deja de lado la demanda por este “otro cine”, que no se presenta en salas comerciales y que se produce no solo a tono, sino incluso por pedido expreso de la demanda.
Algunas claves ante este hecho se evidencian en uno de los pocos estudios sobre audiencias para audiovisual que se han hecho en el país[2]. La mayor parte de la gente en Ecuador, aún ve televisión y aunque un gran porcentaje accede a la programación del “Cable” (76%), el 94% de las personas afirma que su mayor medio de consumo audiovisual es la televisión nacional. Aunque la audiencia de contenidos por Internet, básicamente YouTube, va creciendo y es cercana al 40%, plataformas como Netflix y similares aún presentan un porcentaje de acceso menor al 10%.
Otro dato del estudio demuestra que, en nuestro país, la gente prefiere mayoritariamente las películas de acción (70%), y comedia (62%), mientras que el drama obtiene un 32% de las preferencias y los documentales solo un 15%. Es tan importante el género, que el 85% de los entrevistados por el estudio en mención indican que ese es el factor más importante para decidir ver una película o ir al cine. Esto puede estar relacionado con el hecho de que para el 82% de las personas, ir al cine, ver películas, constituye una actividad de distracción y entretenimiento y no está percibida como una actividad educativa o formativa.
Más allá de las motivaciones personales de cada escritor, director o productor de cine, si el país tiene el objetivo de impulsar las industrias culturales, especialmente la producción audiovisual tanto por motivos económicos como políticos (PNBV 2013-2017), es hora de que estos factores de mercado empiecen a ser considerados en el diseño y ejecución de la política pública. Como consecuencia del crecimiento económico que experimentó el país hasta 2014, también se incrementó la capacidad de consumo de una buena parte de la población, y se aumentó considerablemente la “clase media”[3]. Esto fue hábilmente aprovechado, entre otros, por las grandes corporaciones que manejan el entretenimiento, y si bien el cine no es un todavía un producto masivo en Ecuador, en estos años la cantidad de salas y pantallas se ha multiplicado, llegando a más de 300 salas de cine con más de 50 mil butacas, en al menos 17 ciudades del país. Sin embargo, esto no ha significado un salto con respecto al acceso de la población a la producción cinematográfica, ni siquiera aquella considerada comercial[4], y mucho menos un avance en cuanto a la difusión del cine nacional.
A pesar de la dificultad en las condiciones estructurales para la exhibición comercial de cine nacional, pues la concentración de la propiedad para las tres mayores empresas es de 67% en términos de salas, y de 85% en términos de pantallas, es necesario pensar en la posibilidad de generar y sostener un determinado ritmo de producción que permita generar un stock para satisfacer la demanda por productos audiovisuales de manera continua.
¿Qué le falta al “cine guerrilla” para ser parte de esa producción?, ¿Estructura, condiciones, técnica?, ¿Por qué no pensarlo como una opción seria de producción masiva de calidad que desarrolle de manera integral el proceso de producción audiovisual en Ecuador? Considerar esta opción no implica desentenderse del fomento o el impulso a la producción independiente profesional, sino entender que al pretender crear y mantener una industria, se requiere generar las condiciones que permitan su desarrollo a gran escala dentro del mercado, jugando con las posibilidades de ese mercado, encontrando la oportunidad de introducirse y mantenerse en él, y que una manera efectiva de lograrlo es entender la lógica de la demanda.
Como lo señala Raposo: Incrementar la cantidad de películas producidas localmente no garantiza aumentar la participación de éstas en lo que se refiere a la afluencia de público. Incrementar la demanda de cine nacional, constituye un desafío que no depende exclusivamente de la cantidad de películas que se produzcan localmente, sino de un conjunto de factores que influyen fuertemente en la elección de los espectadores.[5]
  Si bien es cierto que, como dice Christian León, “el gusto se construye”, también es cierto que, de acuerdo al mismo León, es imprescindible “Conocer a profundidad al otro y su lenguaje para poder aplicar un lenguaje común” [6].  En ese contexto cabe preguntarse ¿para qué y, sobre todo, para quién se quiere crear una industria audiovisual…?
La nueva Ley de Cultura pretende ser un mecanismo que permita fomentar la producción audiovisual también como industria, y declara al sector cultural como económicamente estratégico.  Espero que esta consideración implique no sólo la obtención de todos los incentivos económicos que a este tipo de sectores se les otorga desde la política pública, sino, sobre todo que, al igual que en los enunciados de la Estrategia para el Cambio de la Matriz Productiva para los sectores estratégicos, las medidas y mecanismos de fomento y promoción sean inclusivas y consideren a la diversidad de los actores que son parte de estos procesos productivos. Espero que la visibilidad que proyectos como el Festival EBT le dan a estos procesos permita que los cimientos de esa Economía basada en la innovación, la tecnología, el conocimiento y la creatividad, se planten efectivamente, casi literalmente, bajo tierra.
[1] Datos de 40 películas estrenadas en salas de cine desde 2007 hasta mediados de 2015 lograron 1.123.457 espectadores (Ese dato arroja un promedio de cerca de 29.000 cada una). Estudio publicado en la página web de CNCINE.
[2] Marketing Consulting 2014.
[3] El ingreso per cápita aumentó 28% de 2009 a 2012, pasando de USD 4.237 a USD 5.425 respectivamente (Banco Mundial 2014) y la pobreza disminuyó de 49% a 23,3% (NSE). Así, la clase media en nuestro país pasó de 15,6% en 2009 a 31,5% (NSE) en 2013.
[4] Según estudio de Marketing Consulting publicado en la página web de Cncine, el 46% de la población accede al cine.
[5] Raposo, Martín: El desafío de fomentar y consolidar la industria cinematográfica. Centro de Investigación en Entretenimiento y Medios Graduate School of Business
Universidad de Palermo. Documento de estudio, tomado de http://www.palermo.edu/economicas/ciem2/pdf/Desafiodeaumentarla_participacionnacional_v5.pdf, s/f, p. 1-2.
[6] Entrevista realizada en enero de 2012 para la realización de la I Ronda de Negocios del DVD.

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