Por José María Avilés
El joven cineasta ecuatoriano José María Avilés hace el recuento del más poderoso festival de cine del continente: el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires.
Año tras año espero ansioso la publicación de la programación del festival con la misma impaciencia que siento en la antesala de un viaje. La incertidumbre que me produce reencontrarme con mi familia y amigos, descubrir nuevas arrugas en los rostros de mis padres, nuevos novios para mis hermanas, o simplemente encontrarme con la misma vieja historia, esta sensación angustiosa y excitante a la vez, es análoga a la que experimento días antes de conocer la grilla de la programación. Cada año –en ambos casos– cuando termina, siento que presencié sólo un episodio de la gran serie, que me he perdido de la mayor parte y que esperaré con la misma impaciencia la llegada del próximo viaje, del próximo festival.
A lo largo de sus once años el festival de cine independiente de Buenos Aires ha ido creciendo hasta convertirse en uno de los festivales más importantes de su especie en Latinoamérica y el mundo. Caracterizar la programación del BAFICI resulta complicado; el festival agrupa géneros, tendencias y cineastas heterogéneos de la cinematografía mundial; probablemente el único denominador común a toda la programación es que son producciones que no tienen como único fin la retribución económica. De ahí que las cinematografías marginales, extremas, aberrantes o desconocidas tengan un lugar importante dentro del festival.
Para los que participamos del festival, tanto espectadores como organizadores, sabemos lo caprichosa que es la selección, lo complicado que resulta delimitar recorridos como espectador a través de las películas, las valoraciones que se hacen sobre éstas y por que no, los premios que se otorgan.
Desde este lugar orgullosamente subjetivo quisiera delinear un mapa para un posible recorrido de lo que fue el XI BAFICI y sus más de 400 películas.
A pesar de que mi familiaridad con el juego se limita a las apuestas de porotos, siento que el festival es algo así como entrar a un casino. Supongo que el ardor estomacal producido por la incertidumbre frente a una ruleta, es similar al que siento esperando en al cola para ver una película completamente desconocida. Afortunadamente en este juego nunca se pierde, las apuestas no me llevarán a la quiebra, y como mucho podré lamentarme haber desperdiciado un par de horas en otra apuesta.
El mayor premio del festival (competencia internacional) se lo llevó la película Aquele querido mes de agosto del portugués Miguel Gomes. Para los que apostamos por ella fue una muy agradable noticia. Se trata de un filme arriesgado y divertido para espectadores que gustan del juego. Su estructura imprevisible parte de un documental sobre un sector del interior de Portugal, revitalizado por las actividades propias de un verano agitado, donde se entrecruzan bandas musicales, fiestas populares, relatos míticos, lazos afectivos, situaciones cotidianas, competencias deportivas y hasta el propio rodaje de la película que vemos. A medida que la película avanza se tejen tramas de una posible ficción; el filme deviene en una comedia romántica de una joven pareja. A partir de entonces lo que fue un documental hace visible su trauma, destila ficción por todas partes. La herida que instaura la contaminación de estos límites (ficción/documental) vuelve a los márgenes difusos. El juego se torna arriesgado, el recorrido sinuoso, es necesario ocupar un lugar móvil, estar dispuestos a perder, a perdernos, hay desvíos, caminos sin salida, falsas huellas, los limites entre documental y ficción resultan precarios, inútiles, imposibles.
Estas coordenadas me permiten reconstruir un mapa a través de ciertas películas que se vieron en el XI BAFICI. De este modo será posible que una película de animación como Waltz With Bashir de Ari Folman, sea entendida como el documento de una guerra –la guerra del Líbano–, y como la memoria de un pueblo y de un soldado. Así mismo el documental Z32 de Avi Mograbi necesitará de una máscara (un rostro falso creado digitalmente) para ocultar a su protagonista –un joven soldado Israelí-, en función de un testimonio profundamente crudo y revelador acerca de las recientes masacres de civiles palestinos en Gaza por parte del ejercito israelí. Tanto con la reconstrucción animada de la historia (Waltz With Bashir) como con la intervención digital (Z32), la trasgresión de los márgenes jurídicos del documental clásico no reduce su aproximación a lo “real”.
El festival además de contar con una gran cantidad de películas en competencia (Internacional, Nacional, Cine del futuro, Derechos Humanos y Cortometrajes), cuenta con un amplio panorama de cine contemporáneo mundial en secciones con temáticas específicas –la tierra tiembla, lugares, cuerpo a cuerpo, etcétera–. En la sección trayectorias se vieron algunas de las últimas producciones de cineastas de la talla de Eric Rohmer (Les Amours Dàstrée et de Céladon), Philippe Garrel (La frontière de Làube), Raymond Depardon (La Vie Moderne), Jacques Rivette (Ne Touchez Pas la Hache), Raúl Ruiz (Nucingen Haus), Abbas Kiarostami (Shirin), entre otros.
Este año el BAFICI contó con una programación exclusiva para niños, el BAFICITO, que incluía una gran muestra de filmes dedicados a los más chicos. Retrospectivas y focos incluía una retrospectiva integral del cineasta francés post Nouvelle Vague, Jean Eustache, muchas veces injustamente olvidado por su cinematografía pero recordado y estigmatizado por su muerte: el suicidio. También se vieron algunos de los últimos trabajos del cineasta experimental norteamericano James Benning, y muchísimas obras de Jean-Marie Straub y Danièle Huillet, muchas de las cuales fueron proyectadas por primera vez en Latinoamérica.
Epílogo: Siempre es importante guardar un as bajo la manga. Letter to Jane: An Investigation About a Still, de Jean Luc Godard y Jean-Pierre Gorin (presentada en la sección cine fotografiado, selección que incluía trabajos como La Jetée y Le Souvenir d`un avenir de Chris Marker). Se trata de la reflexión sobre el poder ideológico de la imagen a través del análisis exhaustivo de una fotografía en la que se ve a Jane Fonda en Hanoi ¿de qué habla esta imagen, quién habla a través de esta imagen, con quién y en función de qué? Mi carta es la carta a Jane.

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