Por: Miguel Alvear
EBT4 cierra este año 2016, un año duro y complicado, a seis de distancia de la primera edición de festival, la llamamos “la del descubrimiento”. Descubrimiento mutuo. Para nosotros, capitalinos, cercanos a las instituciones y sus regidores, se abría un universo inverosímil que echaba abajo las nociones, preconceptos y prejuicios sobre el cual se empezaba a erigir la idea de una cinematografía nacional; y para los realizadores invitados a aquella primera edición, se abría un nuevo canal de difusión par su trabajo, nuevos contactos, intercambios, acceso a la prensa y reconocimiento. Mucha agua ha pasado bajo los puentes pero no tanta como para redibujar la geografía. Seguimos hablando de dos cines ecuatorianos. El cine ‘ilustrado’, quiteño (de La Floresta, dirán algunos), con pretensiones autorales,  subsidiado, que le apunta al reconocimiento festivalero para acumular galardones que jalen gente a las salas, y el cine guerrilla, cine ‘independiente’, cine de bajo presupuesto, cine para dvd, producido mayoritariamente en el litoral, un cine apegado al melodrama, a la representación de la violencia urbana, la pobreza, la droga como agente de disolución social, deslumbrado por el cine de acción de Hollywood o motivado a veces por la moralina redentora y el evangelismo. El primero, que accede a los subsidios estatales que existen para el cine,  desea vehementemente habitar la sala de cine, pero casi nunca la permanencia es larga; el segundo, que se produce en grandes cantidades fuera del sistema de subsidios, logró llegar a grandes audiencias a través del DVD “de a dólar”.
Hace pocos días visité la Bahía de Guayaquil y confirmé lo que desde EBT3 veníamos notando: se acerca el fin de la era del DVD como el medio predilecto de difusión del cine ‘bajo tierra’ y el soporte rey del mercado audiovisual pirata. Las pocas tiendas de películas piratas que quedan en la Bahía venden sobre todo compilaciones,  ya no los estrenos hollywoodenses como hasta hace poco. El internet se ha finalmente impuesto como la vía de acceso a contenidos audiovisuales, piratas o no. Antes de la muerte del DVD fracasaron los intentos de “regularizar” a los piratas obligándoles a vender cine ecuatoriano a cinco dólares en perchas amarillas del Instituto Ecuatoriano de Propiedad Intelectual, mientras que el cine ‘bajo tierra’ perdió la enorme difusión que la piratería le otorgaba. Algunos directores intentaron la venta directa de sus películas, con cierto éxito pero no llegaron ni de cerca a los números que logró en su momento el comercio no autorizado de sus películas. ¿Cómo se están insertando los productores en el universo de internet y cuales son las posibilidades de retorno económico en este medio? Esta pregunta será planteada en una mesa redonda que tendrá lugar durante EBT4, el 7 de diciembre. Sabemos que pocos directores suben sus películas a plataformas de internet gratuito. Nelson Palacios es uno de ellos. Nelson fue afectado por la “regularización” de los piratas y la prohibición de venta de películas ecuatorianas sin licencia, ya que su capacidad de producción y retorno depende más de la difusión de sus películas, que de su venta en dvd. En 2010 se decía que Sicarios manabitas (Fernando Cedeño, 2004) había vendido un millón de copias de dvd en el mercado pirata. Hoy, Pedro el amante de mamá (https://www.youtube.com/watch?v=Z0P2SNiM0rQ), de Palacios (cuya filmografía bordea los cincuenta largometrajes) supera los cuatro millones y medio de vistos en Youtube, convirtiéndola probablemente en la película ecuatoriana más vista de todos los tiempos. Con dvd o sin dvd, sin acceso a las salas comerciales, con ventas online o no, con ventas en los semáforos o en los buses, son películas que se sigue haciendo no porque responden a las demandas del Estado, si no porque tienen público.
Este año, a diferencia de la selección EBT3 que incluía un fuerte contingente internacional, hemos decidido poner el foco en la producción nacional. En la sección Cholywood reunimos 7 largometrajes recientes de distintas regiones, con distintos modos de hacer. Elías Cabrera y Jackson Jickson, el primero de Esmeraldas, el segundo esmeraldeño de la Isla Trinitaria, trabajan sus films de manera colectiva, asentando procesos de trabajo en lo técnico y en lo actoral, cuyos frutos seguramente veremos en un futuro no muy lejano. De Cabrera presentamos El taxista verdugo y de Jickson Una noche sin sueño, ambas crudas representaciones de la violencia urbana y el deterioro social en comunidades golpeadas por la pobreza, la falta de oportunidades y la droga. El prolífico Palacios ha querido mostrar Te perdono papá, una película con 190,000 vistas en Youtube, muy fiel al estilo al que ya nos tiene acostumbrados este director de Durán. En una frecuencia similar -por geografía y estilo- vibra Irresponsabilidad compartida, del Guayaquileño Jorge Beltrán, en una historia de amor fallido “con mensaje”. De la provincia de Azuay nos ha llegado el primer trabajo de Vinicio Jaramillo, un western criollo en el que los autores han puesto especial atención en  el paisaje andino del sur de Ecuador y sus costumbres. El último en morir del quiteño Carlos Larrea y De la Boca de los sapos al Triunfo, de la guayacence Irma Herrera, son piezas singulares en el entramado de Cholywood 2016. El primero presenta una elegía ‘noise-grunge’ a una juventud desencantada y sin rumbo que se entrega a juegos del orden del eros y la muerte; mientras que la segunda hilvana un relato histórico que se sitúa entre el video institucional y el documental televisivo que se pusiera tan de moda en los años 90 en Ecuador.
Zona Cero recoge cuatro cortos y mediometrajes realizados por cinco directores de pura cepa manaba: Carlos Quinto Cedeño y Javier Macías; Nixon Chalacamá; Jonathan Gines, y Fernando Cedeño. A pocos días del terremoto del pasado abril, Gines circuló por redes sociales imágenes que daban cuenta de la magnitud de la tragedia y la desgracia acaecida sobre mucha gente. Mientras todo el país se volcaba hacia Manabí para ayudar desde donde cada uno podía, una iniciativa de la asociación de productores Copae logró levantar con el apoyo de Egeda y otros, recursos para que los cineastas de Manabí contaran lo vivido de primera mano. De esta iniciativa se han finalizado los cuatro cortos incluidos en Zona ceroEl día que se nos partió el alma (Jonathan Gines), un corto de 5 minutos que registra los efectos inmediatos del sismo; 58 segundos (Nixon Chalacamá) y 16 A (Fernando Cedeño) abordan el sismo desde la recreación y la dramaturgia; y Ca za nova (Carlos Q. Cedeño y Javier Macías), un relato costumbrista donde el sismo no es el elemento central.
Finalmente, siguiendo con la tradición y lazos establecidos en EBT3, llega nuevamente como invitado especial Orlando Jiménez, el Crítico Enmascarado, conocedor como pocos de la cultura de la lucha libre en México. Viene acompañado de Guinduri Arroyo con quien colabora en un trabajo de documentación de las arenas de lucha libre en México DF y sus alrededores. Traen a EBT4 el estreno mundial de Sangre, sudor y llaves, que en la línea de su anterior trabajo, Arena Azteca Budokán, estrenado en EBT3, explora el día a día de la Coliseo Coacalco, la mística y ética de trabajo de los luchadores y las relaciones que se tejen con la comunidad y los aficionados. En la sección Lonywood, dedicada a la lucha libre, incluimos dos películas ecuatorianas: El Santo y Evaristo contra los secuestradores, una comedia deliciosamente naif filmada en Quito en el 73; Un titán en el ring de Viviana Cordero; y el corto ambientalista de lucha libre Ruta de emergencia, también de Guinduri Arroyo.
Películas más, películas menos, sabemos que el festival EBT es sobre todo un lugar de encuentro y de intercambio. Nos vemos cada dos años para cachar dónde y en qué andamos, y hacia dónde vamos. Cada uno con lo suyo, bregando desde su lugar y sus posibilidades. Abriendo camino y contando historias.

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